El Martes Santo, Martes de la Controversia, es un día especial en el camino espiritual que va trazando la Semana Santa. En él intensificamos nuestra preparación para vivir el Triduo Pascual.
El Triduo -recordemos- equivale a “los días centrales del Año litúrgico”, en los que celebramos “el misterio de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección del Señor” (cfr. Papa Francisco, Audiencia General. Miércoles, 31 de marzo de 2021). El Triduo Pascual se inicia entrada la tarde del Jueves Santo hasta la irrupción de la alegría Pascual en la noche del Sábado Santo, con la celebración de la Vigilia, gozo que se ha de prolongar el domingo-.
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Es recomendable tomar el Martes Santo muy en serio, con reverencia y espíritu humilde. Es una excelente ocasión para intensificar el clima de oración -a nivel personal, familiar o comunitario- y pedirle a Dios que podamos acoger adecuadamente los grandes misterios de nuestra fe en lo profundo de nuestro ser.
Hagamos, en la medida de lo posible, silencio en el corazón y en la mente.
Martes de la Controversia
El Martes Santo ha recibido el nombre de “Martes de controversia” porque en él se recuerda los momentos en los que Jesús tuvo que enfrentar a sus acusadores y a aquellos que tenían el poder de condenarlo.
El Señor comparece frente a los líderes religiosos y políticos del momento -una verdadera atrocidad siendo que jamás hubo hombre más inocente-. Grande debe haber sido su dolor al saberse traicionado por uno de los suyos, Judas, uno que eligió cerrar los ojos y entregarlos como un malhechor, convirtiéndolo en blanco de desconfianza, en motivo de controversia.
Toda la vida de Cristo, sus palabras y sus obras caerían bruscamente bajo la sombra de la sospecha. De pronto, la luz del maestro se ha convertido en causa de duda entre propios y extraños. El Dios-Hecho-Hombre se encuentra, repentinamente, sometido a los poderes de este mundo. Aún no lo torturan, pero la gente ya no lo reconoce. Antes de que Jesús recibiera el primer golpe, los hombres ya lo habíamos desfigurado.
Cabe preguntar entonces: ¿no se parece esto a esos momentos en los que cada uno de nosotros, sus verdugos ‘ocasionales’, sentamos a Jesús en el banquillo y lo hacemos blanco de nuestras suspicacias, y lo sometemos a nuestro juicio, a nuestra desconfianza, a nuestra visión caprichosa de las cosas?
«Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -judíos o griegos-, un Mesías que es fuerza de Dios, sabiduría de Dios» (1Cor 1, 22 - 24).
De la controversia a la reconciliación
Es altamente recomendable que hoy reflexionemos en torno al ‘Camino de la Cruz’ (el Vía Crucis) y meditemos sobre el sacrificio y los dolores de Cristo. Como el Señor sufrió a causa de nuestros pecados, pidamos perdón, busquemos estar en gracia con Él de nuevo. Acerquémonos al Sacramento de la Reconciliación -busquemos un sacerdote para confesarnos- y no olvidemos darnos un tiempo antes para hacer un buen Examen de Conciencia.
Hagamos del Martes Santo un día para reconciliarnos con el Padre y con nuestros hermanos, tal y como Cristo quiere. No olvidemos que la Semana Santa es un tiempo propicio para volver a Dios, si estamos lejos de Él.
Un acercamiento al Evangelio de hoy: Martes Santo
La lectura del Evangelio de hoy está tomada de San Juan (Jn 13, 21-33, 36-38). En ella se da cuenta de uno de los momentos cruciales previos a la Pasión: Jesús anuncia que será traicionado.
El Señor estaba sentado a la mesa con sus discípulos -habían compartido el pan- y de pronto dice algo que estremece el ambiente: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará» (Jn 13, 21). Los discípulos se miran unos a otros y se preguntan quién podrá ser el traidor. Pedro le pide a Juan -el discípulo amado- que le pregunte al Maestro. Juan, autor del relato evangélico, no quiere pasar por alto su propio gesto de amor y preocupación por el Señor: «El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice: “Señor, ¿quién es?”». A lo que Jesús contesta: «”Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar”. Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote» (Jn 13, 26).
Jesús ha anunciado que será traicionado y morirá pronto. Así como ha denunciado a Judas en su traición, así también evidenciará a Pedro en su debilidad: habrá de negarlo tres veces.
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