En su reflexión dominical, el Obispo de San Cristóbal de Las Casas, Mons. Felipe Arizmendi Esquivel, recordó que Jesucristo “nunca nos deja solos” pero resaltó que “Él ayuda a los que trabajan y buscan alternativas a su pobreza, no a los flojos, criticones y atenidos”.
En su mensaje titulado “Jesús acompaña a quien hace su trabajo”, el Prelado explicó que “Jesús resucitado se aparece nuevamente a sus discípulos. Ellos, obedientes al mandato, regresaron a Galilea. No se quedaron en casa, con flojera y lamentos, con una espera pasiva en que Dios les hiciera milagros a cada rato, sino que se pusieron a trabajar en lo que sabían hacer: pescar”.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
“En nuestra patria –agregó el Obispo–, se dice que hay más de cincuenta millones de pobres. El país no ha crecido al ritmo que se había prometido. Ante esta situación, hay personas, grupos, partidos y organizaciones que viven de lamentos y de organizar marchas y mítines de protesta, lo cual es inevitable y necesario, pero poco se hace por generar empleos, por apoyar al campo”.
El Prelado advirtió que “hay hijos de familia que en nada trabajan y andan por todos lados, viviendo de los recursos de sus padres. Quieren cambiar el mundo, pero sólo vegetan con los apoyos que les llegan”; y añadió que “por otra parte, hay muchas personas que se desgastan diariamente en trabajos sencillos, que no les permiten salir de su miseria, sino sólo sobrevivir”.
“Jesús acompaña a sus apóstoles y los reconforta. Se les manifiesta vivo y verdadero, no como un fantasma. Les prepara el almuerzo y está con ellos. Pero no les exime del trabajo. Les enseña cómo pescar, a pesar de que ésa era su experiencia de toda la vida. Ellos obedecen y obtienen una pesca que nunca se imaginaron”, afirmó el Obispo.
Asimismo –resaltó el Prelado–, “Jesús nos acompaña en el bregar diario de nuestra vida. El nunca nos deja solos. Está vivo en medio de nosotros. Nos alimenta con su Palabra y con su Eucaristía. Nos consuela y sostiene. Sin embargo, no nos exime de trabajar y de luchar por encontrar soluciones a los problemas del hambre”.
“La Eucaristía es la comida que Jesús mismo nos ha preparado, como un signo eficaz no sólo de su muerte en la cruz, sino también de su resurrección. Para sus discípulos, este alimento es esencial. Con su fuerza, podemos seguir trabajando por el reino de Dios, echando las redes para pescar y enfrentándonos a los embates de las olas”, agregó.
Primado de Pedro
Por otro lado, Mons. Arizmendi explicó que “Jesús confía a Pedro apacentar y pastorear sus corderos y sus ovejas, es decir, a su Iglesia. Esta encomienda no es exclusiva de Pedro, sino de sus legítimos sucesores, pues la Iglesia debe continuar el trabajo de Jesús hasta el fin del mundo, y Pedro no iba a vivir demasiados años. Es la tarea que se confía al Romano Pontífice, que sucede a Pedro en la presidencia de la caridad desde Roma, donde murió Pedro”.
“Donde está Pedro, está la Iglesia de Jesús. Donde no se reconoce a Pedro, surgen iglesias cuya autenticidad se pone en duda. Por ello, para nosotros es esencial estar en comunión con el Papa y con sus inmediatos colaboradores, nombrados por él para que le ayuden en el gobierno de la Iglesia universal”, afirmó el Prelado.
El Obispo exhortó que “hay que darle lugar a Jesucristo en nuestra barca. Sin él, nada podemos pescar. Sin su orientación y su gracia, nos esforzamos mucho y andamos para aquí y para allá, pero los resultados son nulos o muy escasos. Muchas reuniones para todo, muchos análisis, y la gente se va de la Iglesia. Algunos se cansan y abandonan la barca. Lo que necesitamos es que nos dejemos acompañar por Jesucristo, pues se trata de su Iglesia, no de nuestra secta. Y él la confió a Pedro. Por tanto, rememos mar adentro con Pedro, y Dios dará los frutos”.
Finalmente, el Obispo explicó que “si queremos que este mundo cambie, que la Iglesia sea más santa y fiel a su misión, hay que remar mar adentro y echar las redes en el sentido que Cristo nos enseña. No nos contentemos con criticar a quienes gobiernan, en lo civil y en lo eclesiástico”.
la crítica debe estar acompañada de amor