La nueva “Instrucción Redemptionis Sacramentum. Sobre algunas cosas que se deben observar o evitar acerca de la Santísima Eucaristía”, no solo responde a dudas frecuentes sobre lo que se puede hacer o no durante la celebración de la Misa sino que también explica el papel de cada participante en el rito.
La Instrucción Redemptionis Sacramentum tiene una introducción, ocho capítulos y una conclusión.
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El primer capítulo, que trata sobre el ordenamiento de la sagrada Liturgia, habla de los respectivos papeles de la Sede Apostólica, del Obispo Diocesano, de la Conferencia Episcopal, de los Sacerdotes y de los Diáconos.
El segundo capítulo trata de la participación de los fieles laicos en la celebración Eucarística y advierte que el papel de los sacerdotes y de los fieles laicos no debería ser confundido.
En la presentación del documento, el Cardenal Francis Arinze, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, advirtió que “los laicos tienen su propia función. La Instrucción pone de relieve que esto no significa que todos deban necesariamente hacer algo”.
“Más bien, se trata de estar totalmente conscientes del gran privilegio que Dios les hace al llamarlos a participar con la mente, el corazón y la vida entera, en la liturgia, y recibiendo a través de ella la gracia de Dios. Es importante comprender esto correctamente y no suponer que la Instrucción contiene, en algún modo, prejuicios contra los laicos”, precisó.
Los capítulos 3, 4 y 5 responden a algunas de las preguntas más frecuentes y presentan también, una serie de abusos reiterados en la celebración actual de la Misa; ofrecen un discernimiento sobre quién recibe la Sagrada Comunión y quién no debería recibirla; hablan sobre el cuidado que se requiere para administrar la Sagrada Comunión bajo las dos especies; sobre las cuestiones concernientes a las vestiduras y vasos sagrados; a las posturas propias para recibir la Sagrada Comunión; etc.
El capítulo 6 se ocupa del culto debido a la Sagrada Eucaristía fuera de la Misa, el respeto debido al sagrario y las prácticas de piedad eucarística, como las visitas al Santísimo Sacramento, las iglesias con Adoración Perpetua, las Procesiones eucarísticas y los Congresos Eucarísticos.
El capítulo 7 trata sobre las funciones extraordinarias confiadas a los fieles laicos, como la función de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión, la tarea de desempeñarse como instructores o de presidir las celebraciones de oración en ausencia de sacerdote.
“Aquí se trata la cuestión de la actuación de los laicos cuando no está disponible un número suficiente de sacerdotes o de diáconos. En años recientes, la Santa Sede ha dedicado considerable atención a esta materia y esta Instrucción lo continúa haciendo, agregando más consideraciones para algunas circunstancias”, señaló el Cardenal Arinze.
El capítulo final trata sobre los remedios canónicos a delitos o abusos contra la Sagrada Eucaristía. “El remedio principal, a largo plazo, es una formación adecuada, la instrucción y la fe sólida. Pero cuando ocurren abusos, la Iglesia tiene el deber de señalarlos en un modo claro y caritativo”, señaló el Purpurado.
El Cardenal Arinze aseveró que “las normas litúrgicas concernientes la sagrada Eucaristía merecen nuestra atención. No se trata de rúbricas meticulosas, dictadas por mentes legalísticamente estructuradas”.
“Los Sacerdotes y los Obispos son ordenados, sobre todo, para celebrar el sacrificio eucarístico y dar el Cuerpo y la Sangre de Cristo a los fieles. Los Diáconos y, a su modo, los acólitos, los otros ministros, los lectores, los coros y los fieles laicos especialmente designados, están llamados a colaborar según funciones definidas. Ellos, llenos de un espíritu de fe y devoción, deberían esforzarse en cumplir sus varios ministerios”, señaló.