Se estima que de los 3,5 millones de personas que han huido de Ucrania, 1,2 millones son niños. Muchos viajan a otros países, pero la gran mayoría permanece en Polonia, donde por ley se les debe escolarizar a las dos semanas de llegar; por eso las escuelas polacas están haciendo un enorme esfuerzo en acoger a estos nuevos alumnos que no conocen ni el idioma, ni las costumbres y que acaban de salir del horror de una guerra.
Como es el caso de Ulyana y de su hijo Vladislav, de 12 años, que salieron de Ucrania el mismo día que comenzó la guerra.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Ulyana aún recuerda que fue su hermana quien le avisó en un mensaje de texto de que la guerra había comenzado y que debían huir. Empaquetaron lo imprescindible e intentaron tomar un taxi para llegar hasta la frontera, pero el pánico ya había comenzado y no había gasolina. Finalmente consiguieron llegar a la ciudad de Przemysl (Polonia) porque tenían familiares que los podían acoger.
Una vez en suelo polaco pasaron toda una semana en shock, no podían creer lo que estaba sucediendo: su ciudad bombardeada, ellos lejos de su casa, sin sus pertenencias, y ahora, instalados en otro país. Tras siete días sin poder reaccionar, Ulyana se dio cuenta de que este conflicto no terminaría pronto y que debían comenzar a rehacer su vida.
Por eso acudieron a la escuela ucraniana de Przemysl, un colegio que comenzó hace unos seis años ante la enorme comunidad ucraniana en la ciudad y que imparte clases en ucraniano y polaco. Un centro altamente solicitado en estos días.
Ulyana explicó que el procedimiento de inscripción fue muy fácil, les recibieron en la escuela de manera calurosa y acogedora. "Todo el mundo quería ayudar, facilitaron al máximo los documentos necesarios para la entrada del pequeño. Al día siguiente, Vladislav, de 12 años, ya podía comenzar la escuela", explicó.
Vladislav es muy bueno en matemáticas y asegura que quiere ser arquitecto, quizás para colaborar en la reconstrucción de su país.
El trabajo de las escuelas en la integración de los niños es impresionante. La escuela católica P. Jan Twardowski, Przemysl (Polonia), es un gran ejemplo de ello. Este colegio, que tiene 600 alumnos, también ha comenzado a acoger a niños ucranianos.
La directora de esta escuela, Dorota Kotula, explicó que en cada clase de 27 alumnos pueden acoger a cuatro niños de Ucrania. Y que ayudan a las familias en todo lo que pueden. No sólo con lo necesario para que los niños comiencen la escuela, como pueden ser lápices, cuadernos y libros, sino también con el calor y la acogida de la comunidad educativa.
Una de las profesoras de esta escuela católica, Johanna Siwy, explicó que junto con los alumnos prepararon la llegada de estos niños recolectando mochilas, libros y demás útiles necesarios. También realizaron dibujos con la bandera de Ucrania y de Polonia.
Además, para darles la bienvenida en su primer día en la escuela, prepararon una sopa tradicional polaca, que es muy similar a una ucraniana. Con este pequeño gesto pretenden hacer ver a estos niños la cercanía cultural que existe entre ambos países.
Asimismo, hay algunas madres que conocen la lengua ucraniana y están muy involucradas en la integración de estos nuevos niños en la escuela. Pero la ayuda de Polonia a estos niños va más allá, porque la profesora Johanna Siwy asegura que ya comenzó a aprender ucraniano para poder ofrecer a estos pequeños la educación que merecen.
Incluso están trabajando en la traducción al ucraniano de algunas lecciones de estos primeros días para que los niños puedan tener unas semanas de adaptación, aunque siempre con la idea de que aprendan lo antes posible las palabras clave del idioma y puedan interactuar ellos solos.