En la homilía de la Misa celebrada en Roma por el aniversario de la Canonización de cinco santos, el Papa animó a "no perderse en el lamento", ver la vida como un regalo y vivir cada día "como un tramo de camino hacia la meta'
Este sábado 12 de marzo se cumplen 400 años de la canonización de los santos españoles San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, Santa Teresa de Jesús y del italiano San Felipe Neri.
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Con motivo de este aniversario, se ha celebrado en la iglesia del Gesú de Roma una Misa que ha contado con la presencia del Papa Francisco.
En esta iglesia, conocida por ser la iglesia madre de la Compañía de Jesús, se encuentra enterrado San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, orden religiosa a la que pertenece el Papa Francisco.
La celebración Eucarística, presidida por el superior general de los jesuitas, P. Arturo Sosa, forma parte de la celebración del Año Ignaciano, con que la Compañía de Jesús conmemora el 500° aniversario de la conversión de San Ignacio de Loyola.
La Homilía del Papa Francisco estuvo centrada en el Evangelio de la transfiguración el cual presenta, según dijo el Santo Padre, "cuatro acciones de Jesús en las que encontramos indicaciones para nuestro camino".
El Santo Padre explicó que Jesús "hizo con nosotros lo mismo que con Pedro, Santiago y Juan: nos llamó por nuestro nombre y nos llevó con Él para llevarnos a su monte santo".
A partir de esta afirmación, el Papa defendió que los sentimientos como la amargura, la decepción o el menosprecio no deben permitir "que nos perdamos en el lamento y la nostalgia", sino todo lo contrario.
"Tomemos nuestras vidas en nuestras manos, empezando por la gracia y acojamos el regalo de vivir cada día como una tramo de camino hacia la meta", señaló.
Dirigiéndose a los presentes, el Papa aseguró que "nuestra llamada tiene sus raíces en la comunión. Para salir cada día, además del misterio de nuestra elección, necesitamos revivir la gracia de haber sido acogidos en la Iglesia, nuestra santa Madre jerárquica, y para la Iglesia, nuestra esposa. Somos de Jesús, y le pertenecemos como Compañía".
A continuación, el Pontífice pidió a los jesuitas que huyan de buscar éxitos personales: "no nos dejemos arrastrar por el clericalismo que anquilosa y las ideologías que dividen".
"Para seguir a Jesús hay que dejar las llanuras de la mediocridad y las pendientes de la comodidad; hay que dejar los propios hábitos tranquilizadores para hacer un movimiento de éxodo. Es necesario luchar contra la tentación mundana de buscar la gloria sin pasar por la cruz", defendió.
Asimismo, tomando el ejemplo de San Francisco Javier, el Papa aseguró que "es necesario luchar para defender la consagración al Señor. Para los que siguen a Jesús, no es tiempo de dormir, de dejarse narcotizar el alma, de anestesiarse por el clima consumista e individualista de hoy".
Y tomando como referencia a Santa Teresa de Jesús, dijo que "nos ayuda a salir de nosotros mismos y a subir a la montaña con Jesús, para darnos cuenta de que Él se revela también a través de las heridas de nuestros hermanos, de las dificultades de la humanidad, de los signos de los tiempos".
"Preguntémonos, quizá después de tantos años de ministerio, qué es lo que debemos rezar hoy", dijo el Papa Francisco, quien a continuación advirtió sobre la costumbre que lleva a creer que "la oración no transforma al hombre y a la historia".
"Rezar es una misión activa, una intercesión continua. No es un alejamiento del mundo, sino un cambio del mundo. Orar es llevar la pulsación de la actualidad a Dios para que su mirada se abra de par en par sobre la historia", señaló.
"Nos hará bien preguntarnos si la oración nos sumerge en esta transformación; si arroja una nueva luz sobre las personas y transfigura las situaciones. Porque si la oración está viva 'trastoca por dentro', reaviva el fuego de la misión, enciende la alegría, provoca continuamente que nos dejemos inquietar por el grito sufriente del mundo. Preguntémonos cómo estamos rezando por la guerra actual" dijo el Papa Francisco.
"Pensemos en la oración de san Felipe Neri, que le ensanchaba el corazón y le hacía abrir las puertas a los niños de la calle. O en la de san Isidro, que rezaba en los campos y llevaba el trabajo agrícola a la oración".
Por último, el Papa invitó a "tomar en mano cada día nuestra llamada personal y nuestra historia comunitaria; subir hacia las fronteras indicadas por Dios saliendo de nosotros mismos; rezar para transformar el mundo en el que estamos inmersos".
"A menudo tenemos la tentación, en la Iglesia y en el mundo, en la espiritualidad como en la sociedad, de hacer primarias tantas necesidades secundarias. En otras palabras, corremos el riesgo de concentrarnos en costumbres, hábitos y tradiciones que fijan nuestro corazón en lo que pasa y nos hacen olvidar lo que permanece".
"Qué importante es trabajar en el corazón, para que sepa distinguir entre lo que es según Dios, y permanece, y lo que es según el mundo, y pasa", concluyó.