La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) compartió el testimonio del P. Grzegorz Draus, sacerdote encargado de la parroquia San Juan Pablo II, en Leópolis (Ucrania) que refugia a decenas de personas que huyen de la guerra hacia Polonia.
La fundación pontificia ACN está ayudando a las personas de Ucrania de diversas formas. Por ejemplo, donó un paquete de ayuda de emergencia por el valor de un millón de euros que, según su presidente ejecutivo, servirá para ayudar a los sacerdotes y religiosos que trabajan en parroquias, refugios, orfanatos y residencias de ancianos.
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Una de las parroquias beneficiadas es la iglesia de San Juan Pablo II, ubicada en Leópolis, una ciudad de Ucrania que limita territorialmente con Polonia.
El P. Draus, párroco de esta iglesia, señaló que debido a la guerra, la iglesia dedicada al Papa San Juan Pablo II se ha convertido en el "oasis" de los refugiados que huyen a Polonia.
"Acogemos a los refugiados que se dirigen a la frontera", dijo y relató que "los primeros refugiados llegaron el viernes, el segundo día de la guerra" y que desde ese día hasta el domingo "vinieron 60 personas, entre ellas 35 niños".
El sacerdote aclaró que "Leópolis sigue siendo una ciudad menos peligrosa que otras de Ucrania", y que si bien "hay alertas de ataques aéreos", "gracias a Dios no ha habido bombardeos".
Relató que en el salón parroquial de la iglesia solo cuentan con una habitación "oficialmente" diseñada para invitados, así que habilitaron todos los cuartos disponibles. Además, dijo que los fieles locales los ayudan donándoles colchones, ropa de cama y alimentos.
Los refugiados que llegan a la iglesia son de Kiev, Yitomir, Zaporiyia, Pershotravensk -cerca de Mykolaiv-, Kamianské, Krivói Rogy y muchos otros lugares de Ucrania.
El P. Draus dijo que ellos "llegan agotados y muy asustados", pues "el viaje a través de Ucrania ahora toma mucho tiempo, debido a que las carreteras están congestionadas y hay muchos puestos de control". Por ejemplo, dijo que una familia de ocho personas llegó desde la región de Mykolaiv (a unos 800 km de distancia) y "llevaba tres días en carretera".
Afirmó que la mayoría de viajeros se queda uno o dos días y luego continúan su viaje hacia la frontera, mientras otros optan por ir hacia Transcarpacia, en Ucrania. "Saben que tendrán que esperar en la frontera dos días más", explicó.
El sacerdote señaló que la parroquia está situada en los límites de la ciudad, a lo largo de una carretera principal hacia el sur de Leópolis. "Es difícil moverse, porque en las carreteras hay instalados puestos de control que regulan el paso de los viajeros para proteger la ciudad de los saboteadores", dijo.
Señaló que la solidaridad es grande, pues la comunidad local también está ayudando a organizar otros puntos de acogida para los refugiados.
"Hemos donado mantas y colchones a una familia de la parroquia que está organizando en su ciudad natal, fuera del paso fronterizo de Shehyni/Medyka, la asistencia para los que esperan a pie en la frontera, la fila de personas es de 37 kilómetros", dijo el P. Draus.
El sacerdote también dijo que el Centro Juan Pablo II está dictando clases para menores con autismo, y que tres familias de Kiev con niños autistas les han pedido ayuda. "Si Dios quiere, vendrán y se quedarán con nosotros y los profesores les darán clases", indicó.
El P. Draus señaló que la gente en Ucrania se refiere a la guerra en días y confesó que "los días se me hacen muy largos, me parecen meses".
Sobre la asistencia a Misa, el sacerdote señaló que el domingo acudió menos gente de lo acostumbrado, una quinta parte, a la parroquia, porque muchos evitan salir de sus casas. Sin embargo, dijo que existen signos de unidad entre las distintas confesiones que conviven.
"Desde el sábado por la tarde hasta el domingo por la noche, bautistas y evangélicos (pentecostales) de Kiev, Yitomiry y Zaporiyia pasaron la noche en el salón parroquial. Todos estuvieron después en la celebración de la Misa, compartiendo su experiencia con nosotros", dijo.
En ese sentido, afirmó que la situación difícil que les toca afrontar ha fortalecido la fe de los ucranianos en Cristo. "No veo que la guerra debilite la fe, sino más bien lo contrario. Los fieles que acudieron al servicio [la Misa], entre ellos más de 20 niños, se quedaron más tiempo y rezaron juntos. Dios está ahí para ayudar", concluyó.