La comunidad en Kiev (Ucrania) de Misioneras de la Congregación de Santo Domingo estaba formada por las hermanas María, María Jesús y Antonia. Las tres religiosas fueron evacuadas la pasada semana ante la invasión rusa del país. Relataron a Obras Misionales Pontificias las últimas horas antes de salir de Ucrania.
La misionera de la congregación de Santo Domingo, Antonia Estrada tiene 85 años y hace 25 fundó "Dim Ditey", es decir, "la casa de los niños", una guardería y un centro ecuménico de niños en donde ofrecen actividades después de la escuela. Por ella han pasado miles de niños ucranianos de diversos credos hasta el jueves 24 de febrero.
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"A las 5:30 me llama Nastia, mi compañera de trabajo, diciéndome que están bombardeando al lado de su casa", explica María Mayo, misionera de la congregación de Santo Domingo, de 72 años y que llevaba 10 años en Ucrania.
En una entrevista publicada por Obras Misionales Pontificias, (OMP), la religiosa explica que poco después sus hermanas de comunidad le dijeron que acababa de llamar el cónsul "advirtiendo de que ha cambiado completamente la situación, que no nos podemos quedar, que sí o sí hay que salir".
"Y poco después llamó la embajadora [de España en Ucrania], diciendo que la situación era urgente. Que en media hora teníamos que estar en la embajada", recordó.
Fue entonces cuando la hermana Antonia comenzó a recoger a toda prisa la capilla: "Allí me encontré que teníamos muchas Eucaristías consagradas. Y me digo: '¡Dios mío! ¿Qué hago? No podemos consumir todo esto. ¿Qué hago contigo? Pues te vienes, vámonos y te llevo con nosotras".
Así que decidió envolver las formas con sumo cuidado y llevarlas con ellas. "Jesús nos acompañó sacramentalmente todo el camino".
Según relata OMP, fue entonces cuando comenzó lo que ellas denominan como un "éxodo".
Llegaron a la embajada de España en Ucrania, donde había mucha confusión, porque aunque había 137 españoles registrados, después aparecieron 309. "La embajada ha hecho todos los esfuerzos por coger a inscritos y no inscritos", explica la religiosa, y precisa que "su trabajo ha sido impecable".
"Yo estoy aquí [en España] y no quiero estar aquí. Quiero estar en Kiev, pero no puedo", aseguró la hermana María, emocionada.
"La embajada llevaba mucho tiempo diciéndonos que había que salir, pero siempre nos resistimos porque nunca hemos salido de la misión en ninguna parte", explica la hermana María, ya que las tres religiosas que forman la comunidad que vivía en Kiev ya habían estado juntas en República Democrática del Congo donde a pesar de la situación peligrosa, facilitaron refugio en la misión a los extranjeros de la zona, y coordinaron con los Geos [Grupo Especial de Operaciones] la evacuación, pero ellas decidieron quedarse.
Reconocen que si pudieran volverían "ahora mismo" a Ucrania, pero aseguran que quieren estar donde son "más útiles" y "ayudan mejor". "Nos han sacado por viejitas, y no queremos ser una rémora [en un país en guerra]", precisó.
Durante la evacuación del país las religiosas relataron que "salimos y sonaban las sirenas para ir a los refugios. Fuimos buscando caminos, carreteras secundarias, incluso de tierra. Durante muchos momentos tuvimos que apartarnos en los arcenes para que pasaran las ambulancias con heridos, camiones de soldados, con material bélico…"
Uno de los españoles que iba en el convoy se puso mal y tuvieron que volver hasta un hospital para que le hicieran un catéter.
En el camino también encontraron mucha solidaridad. En los parques, la gente de los pueblos había puesto unas marmitas grandes de agua al fuego para que quien pasara pudiera tomar algo caliente y también algo de comida.
"Hay gestos de buena voluntad de la gente común y corriente que somos todos, y ahí veías que somos hijos de Dios en camino, sin saber de guerras, buscando la paz", afirma la hermana María.
Durante la salida hasta Polonia la religiosa explicó el sufrimiento al ver cómo quedaban atrás "mujeres con sus hijos en brazos, nuestros niños de Kiev. Y nosotras decíamos "alma de Cristo" porque Dios venía con nosotros. Y Dios está con nosotros".
"Se me partía el alma de ver que yo podía salir y ver toda la gente que estaba allí esperando… Salimos como privilegiados –insiste- solo por ser europeos", explica Antonia.
"Jesús hizo el camino con nosotras, y para Él no hay privilegiados. Para Jesús todos somos privilegiados", destacó.