Cada 15 de febrero recordamos a los Santos Faustino y Jovita (a veces, Jovito), hermanos nacidos en Brescia (Italia), provenientes de una de las más importantes familias de esa ciudad.
Según la tradición que se mantiene en Brescia, los dos santos predicaron valientemente a Cristo entre finales del siglo I y las primeras décadas del siglo II. Lamentablemente se desconoce el año en que nacieron.
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Impulso apostólico
Faustino y Jovita se comportaron como auténticos apóstoles, y enfrentaron con mucho valor la persecución. Sin duda sus corazones estuvieron contagiados de ese impulso inicial de la Iglesia naciente y en formación. Ambos dieron la talla en defensa de la comunidad cristiana de Brescia, en tanto que el obispo de la ciudad se había escondido por temor.
El celo pastoral de los hermanos despertó la furia de los paganos, quienes hicieron lo posible para que fueran capturados. Uno de ellos, llamado Julián, los aprehendió y entregó a las autoridades. Fueron torturados y enviados a Milán, Roma y Nápoles, desde donde volvieron finalmente a Brescia.
Anunciando a Cristo sin temor y en todo momento
El plan era usarlos de escarnio y disuadir a otros de que se hagan cristianos. Sin embargo, durante la travesía, los santos bautizaron a una multitud de gente; solo por citar un ejemplo, se dice que en el viaje de Roma a Nápoles, bautizaron a 191,128 personas.
En vistas de que ni las torturas ni las amenazas consiguieron doblegarlos, el emperador Adriano, que se hallaba de paso por Brescia, ordenó que fueran decapitados.
La ciudad de Brescia los venera como sus principales patronos y conserva sus reliquias hasta hoy.
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