El Papa Francisco pidió este 9 de febrero acompañar a los enfermos "pero no provocar la muerte o ayudar al suicidio"; y para ello recomendó utilizar los llamados "cuidados paliativos" que permiten vivir las enfermedades de la forma "más humana posible".
Durante la Audiencia General de este miércoles, el Santo Padre se refirió a "la calidad de la muerte misma, del dolor, del sufrimiento" y alentó a "estar agradecidos por toda la ayuda que la medicina se está esforzando por dar, para que a través de los llamados cuidados paliativos".
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"Toda persona que se prepara para vivir el último tramo del camino de su vida, pueda hacerlo de la forma más humana posible. Pero debemos estar atentos a no confundir esta ayuda con derivas inaceptables que llevan a matarlo", afirmó el Papa.
En esta línea, el Santo Padre recordó la enseñanza del Catecismo de la Iglesia Católica al describir que "es inmoral el encarnizamiento terapéutico".
"No podemos evitar la muerte, y precisamente por esto, después de haber hecho todo lo que humanamente es posible para cuidar a la persona enferma, resulta inmoral el encarnizamiento terapéutico", indicó el Santo Padre.
Luego, el Papa señaló que "se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. De hecho, la vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes".
De este modo, el Santo Padre añadió "yo quisiera decir una verdad, todos nosotros estamos en camino hacia aquella puerta, todos" y agregó que "el Evangelio nos dice que la muerte llega como un ladrón, así dice Jesús, y por mucho que nosotros intentemos querer tener bajo control su llegada, quizá programando nuestra propia muerte, permanece un evento con el que tenemos que rendir cuentas y delante al cual también hacer elecciones".
Por ello, el Papa invitó a "morir reconciliados, ¡sin dejar rencores y sin arrepentimientos!" y a acudir a San José, patrono de la buena muerte, para que "pueda ayudarnos a vivir el misterio de la muerte de la mejor forma posible".
"Para un cristiano la buena muerte es una experiencia de la misericordia de Dios, que se hace cercana a nosotros también en ese último momento de nuestra vida. También en la oración del Ave María, nosotros rezamos pidiendo a la Virgen que esté cerca de nosotros 'ahora y en la hora de nuestra muerte'. Precisamente por esto quisiera concluir rezando todos juntos a la Virgen por los agonizantes y por los que están viviendo este momento de paso, por esta puerta obscura, y por los familiares que están viviendo un luto. Recemos juntos", concluyó el Santo Padre.