El sábado 18 de diciembre, se realizará la apertura del proceso de canonización de Víctor Rodríguez Martínez, un padre de diez hijos y místico español que “se desvivió por los pobres y los enfermos”.

Recientemente, la Diócesis de Palencia anunció que el acto solemne se realizará el sábado 18 desde las 12:00 horas en el Convento de las Carmelitas Descalzas de La Rondilla, en Valladolid (España), y será “la primera sesión de la fase diocesana”, a la que seguirá la fase apostólica en Roma.

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Esto fue posible luego de que el Arzobispo de Valladolid, Cardenal Ricardo Blázquez, recibiera el decreto nihil obstat (Nada impide para que se publique) de la Congregación para las Causas de los Santos, para introducir la causa de canonización. El Prelado remitió la petición correspondiente a Roma el 21 de noviembre de 2019.

La ceremonia será presidida por el Cardenal Blázquez y reunirá a “los vicepostuladores de la causa, el carmelita rector del Monasterio Desierto de San José de Batuecas, el P. Francisco Brändle, y Niceto Tirados”, indicó.

Además, el secretario canciller del Arzobispado, Francisco Javier Mínguez, leerá a los documentos y dará “fe del acto”; mientras que los miembros del tribunal el deán de la Catedral y vicario judicial, José Andrés Cabrerizo, el promotor de justicia Grzegorz Lonski y el notario actuario Jesús Alberto Bogónez jurarán sus cargos.

También asistirán “varios hijos y nietos de Víctor y sus dos hermanos carmelitas descalzos, Francisco y Juan Luis -padre del Convento de San Benito de Valladolid- y compañeros del Carmelo y de la Adoración Nocturna, así como familiares y amigos, tanto de su etapa vital en Palencia como de sus años en Medina del Campo”.

Biografía

Víctor Rodríguez Martínez nació en 1925, en Quintanadiez de la Vega, Palencia (España) en el seno de una familia católica pobre, que le inculcó el amor a Cristo y la devoción a la Virgen María, al igual que a Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, dos de sus referentes de santidad.

Según informó el P. Germán García Ferreras en una serie de artículos entre el 2017 y 2018, cuando Rodríguez era niño solía rezar el Rosario todos los días con sus padres. 

Además, los ayudaba en el trabajo agrícola, sin descuidar sus estudios. 

En una carta escrita a su nieto, Martínez dijo que cuando tenía seis años solía levantarse temprano para trabajar la tierra; por ejemplo, llevaba a las vacas a pastar en los prados y trillaba los campos en verano, al igual que otros niños, dijo el P. García. En invierno, iba al colegio a diario para ponerse al día. Cuando llegaba Navidad, solía cantar villancicos y jugar cartas, pero no recibía regalos, agregó.

Rodríguez tuvo una novia con la que terminó su relación, porque ella no quería tener más que dos hijos. Se casó el 24 de julio de 1948 con la joven palentina Asunción Merino Cuadrado, de entonces 22 años, y llegó a tener 10 hijos, indicó el P. García.

También llegó a ser obrero de una fábrica de Pepsi Cola en Madrid. “Pasó de Medina del Campo a Madrid, como consecuencia de la crisis económica”, precisó el sacerdote.

Luego, por motivos de salud, se fue a vivir a Velillas del Duque en Palencia.

Según relata el P. García, “Víctor tenía un grandísimo interés en ser un cristiano completo”, en el trabajo y la “vida social ordinaria”; y “lo que más deseaba era darles [a los miembros de su familia] una formación humana y cristiana”.

Por ello, gustaba de leer los Evangelios, las Cartas de San Pablo y también a Santa Teresa y San Juan de la Cruz, de quienes fue devoto y cuyas obras alimentaron su vida espiritual. Además, le gustaba mucho cantar en la Misa.

Se unió a los Oratorios de San Felipe Neri para cuidar mejor a los enfermos; y se unió al Movimiento de los Cursillos de Cristiandad, donde inició un apostolado: cambiaba sus turnos con sus compañeros obreros e incluso les donaba dinero para ayudarlos a asistir también a los cursos de formación cristiana.

Cuando los médicos le impidieron, por su enfermedad, seguir con el trabajo de Madrid, Rodríguez se mudó y vivió por 12 años en la casa que su esposa heredó de sus padres, ubicada al lado de la iglesia de Velillas del Duque, en Palencia. Como disponía de las llaves del templo, solía visitar el Sagrario cuando no había Misa, dijo el P. García.

“¡Cuánto gozaba Víctor visitando por la noche el Sagrario, acompañando a Jesús y escuchando la voz del Espíritu Santo y la Santísima Trinidad! Siempre protegido por la Virgen a la que tenía una devoción singular”, dijo. Pero su devoción venía de antes, pues en Madrid solía visitar de noche el Sagrario en la parroquia de San Clemente Romano.

Su devoción a la Eucaristía era grande, pues “no podía pasar un día sin haber comulgado”, pues Cristo Vivo era su “fuerza, para superar la enfermedad” y ser su apóstol.

Por eso, solía caminar de pueblo en pueblo en Velillas del Duque, mientras rezaba el Rosario, para no dejar de asistir a Misa. 

“Lo mismo que los pobres van de puerta en puerta y de pueblo en pueblo pidiendo un trozo de pan para comer, así el cristiano debe ir al Sagrario donde se celebre la Eucaristía y así comer el Pan de Vida”, solía decir, según el P. García.

También, Rodríguez buscó a Dios en la soledad del Monasterio Desierto de San José de Batuecas, en Salamanca y Extremadura, donde se afilió. Allí disfrutaba del contacto con la naturaleza y el silencio, y solía ayudar en todo tipo de trabajos que se requerían.

Rodríguez tuvo una profunda predilección por los enfermos, por eso, durante varios años perteneció a la Congregación de San Felipe Neri. Allí tenía un apostolado de visita a los enfermos en los hospitales o en las casas, y llegó a ser director de la Congregación, indicó.

Según relata el P. García, junto a “su amigo Daniel Colorado, se ponían el hábito y recorrían los hospitales de Madrid, sobre todo el Gregorio Marañón”; e incluso cuando estaba enfermo, solía recorrer “los pueblos vecinos de Velillas del Duque” para visitar enfermos.

Él sabía “tratar con amor y gran delicadeza” y “transmitir alegría y paz a la vez”; y siempre mostraba una sonrisa y acudía “a las necesidades del que sufre en el cuerpo y en el espíritu”, dijo. Además, era tan generoso, que daba sin reservas al que necesitaba lo poco que tenía.

Según relata “el P. Carmelita Descalzo Juan Jesús”, confesor de Rodríguez en Medina del Campo, Víctor le dijo “que la mayor gracia que le había hecho el Señor en toda su vida, fue permitir que se arruinase económicamente, pues así le libró totalmente de la ceguera y de la esclavitud de los bienes materiales”, dijo el P. García.

Por ejemplo, Mari Carmen, su “compañera de trabajo en la fábrica de Pepsi Cola”, dijo que cuando Rodríguez trabajaba horas extras, le pedía “sobres para meter dinero en ellos y repartirlos entre la gente necesitada”. Si bien ella le recriminaba diciéndole “que tenía 7 hijos y debería guardarlo para ellos”, él le decía “que sus hijos comían todos los días y había gente que no podía hacerlo”.

Además, cuando un vecino sufrió el incendio de su casa y se quedó sin hogar para su familia, Rodríguez le dio su casa hasta que la arreglaran y se mudó con su familia “a otra que tenía a las afueras de Medina del Campo, donde guardaba las gallinas”.

“Su vida se caracterizó por una entrega total a su vocación seglar”, pues fue “un verdadero místico en medio del mundo a la vez que un hombre trabajador, humilde, sencillo y servicial, que se desvivió por los pobres y los enfermos. Murió en ‘olor de santidad’ en Medina del Campo, el 21 de febrero de 2012”, señaló la Diócesis de Palencia.