Al dirigir el rezo del Ángelus este 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco recordó que la santidad "no es cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría".
Así lo dijo el Santo Padre ante numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro del Vaticano para la oración mariana.
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"Pidámosle a la Virgen una gracia: que nos libre de la idea engañosa de que una cosa es el Evangelio y otra la vida; que nos encienda de entusiasmo por el ideal de santidad, que no es una cuestión de estampitas, sino de vivir cada día lo que nos sucede con humildad y alegría, libres de nosotros mismos, con la mirada puesta en Dios y en el prójimo que encontramos", invitó el Papa.
En esta línea, el Pontífice alentó "por favor, no nos desanimemos" porque "¡el Señor nos ha dado a todos un buen paño para tejer la santidad en la vida diaria! Y cuando nos asalte la duda de no lograrlo, la tristeza de ser inadecuados, dejémonos mirar por los 'ojos misericordiosos' de la Virgen, ¡porque nadie que ha pedido su ayuda ha sido abandonado jamás!"
Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de San Lucas que relata cuando la Virgen María recibió el anuncio del arcángel San Gabriel, el Papa Francisco destacó "¡esta es una noticia extraordinaria para nosotros! Porque nos dice que el Señor, para hacer maravillas, no necesita grandes medios ni nuestras sublimes habilidades, sino nuestra humildad, nuestra mirada abierta a Él y también abierto a los demás".
"Con ese anuncio, dentro de las pobres paredes de una pequeña casa, Dios cambió la historia. También hoy quiere hacer grandes cosas con nosotros en la vida de todos los días: en la familia, en el trabajo, en los ambientes cotidianos. Ahí, más que en los grandes acontecimientos de la historia, la gracia de Dios ama obrar", afirmó el Papa.
De este modo, el Santo Padre cuestionó "¿lo creemos? ¿O pensamos que la santidad es una utopía, algo para los expertos, una ilusión piadosa incompatible con la vida ordinaria?".
Humildad de la Virgen María
Asimismo, el Papa subrayó la humildad de la Virgen María que al recibir el anuncio del ángel "no se enaltece, sino que se turba; en lugar de sentirse halagada, siente asombro" porque "se siente pequeña por dentro, y esta pequeñez, esta humildad atrae la mirada de Dios".
"En su humildad sabe que todo lo recibe de Dios. Por tanto, está libre de sí misma, completamente orientada a Dios y a los demás. María Inmaculada no tiene ojos para sí misma. Aquí está la verdadera humildad: no tener ojos para uno mismo, sino para Dios y para los demás", dijo el Papa.
En este sentido, el Santo Padre invitó a reflexionar que "recibir grandes elogios, honores y cumplidos a veces tiene el riesgo de despertar el orgullo y la presunción" y animó a recordar que "Jesús no es tierno con los que van en busca del saludo en las plazas, de la adulación, de la visibilidad".
Por último, el Papa destacó que el ángel llama a la Virgen María "llena de gracia" porque "está vacía de maldad, es sin pecado, Inmaculada" y destacó que "esta perfección de María, la llena de gracia, la declara el ángel dentro de las paredes de su casa: no en la plaza principal de Nazaret, sino allí, en el ocultamiento, en la mayor humildad" porque "en esa casita de Nazaret palpitaba el corazón más grande que una criatura haya tenido jamás".