En la ceremonia en la que entronizó la estatua de San José Sánchez del Río en el Santuario de los Mártires, el Arzobispo de Guadalajara, Cardenal Francisco Robles Ortega, destacó el testimonio de San Joselito, y alentó a los jóvenes dejarse inspirar por su vida.
Al presidir la Santa Misa, al mediodía del 16 de octubre, el Cardenal Robles Ortega alentó especialmente a los más jóvenes a mirar "el testimonio y el ejemplo de San José Sánchez. Lean su biografía, medítenla, compártanla, y vean que no obstante la escasez de los años, de la experiencia, se puede encontrar el pleno y total sentido de la vida".
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La imagen de San Joselito, una estatua de tamaño natural, de 1.70 m., fue realizada por el fallecido escultor Carlos Espino.
Tras recorrer diversos estados mexicanos, y recibir la bendición en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, la imagen de San Joselito llegó a Guadalajara.
En su homilía, el Purpurado subrayó que "la vida tiene un sentido", al tiempo que lamentó que "hay muchos jovencitos y jovencitas que no hallan qué hacer con sus vidas, no saben para qué están en este mundo, no descubren para qué vinieron a este mundo y viven un vacío existencial".
Estos jóvenes, continuó, "buscan muchas veces llenar ese vacío existencial con cosas que aparentemente los llenan, pero lo único que les producen es un más profundo vacío".
"Por eso vale la pena, queridos jóvenes, que miren el testimonio de un joven, nacido en el seno de una familia cristiana común y corriente, pero que tuvo él el valor de descubrir a Cristo y de serle fiel".
El Cardenal Robles Ortega alentó a los católicos a darle "gracias a Dios por el testimonio de nuestros mártires mexicanos de Cristo Rey".
"Ellos dieron su vida testimoniando la fe, siendo fieles a la fe. Les indicaban algunos lo que tenían que gritar para ser liberados del martirio, y ellos, en lugar de obedecer esa sugerencia para liberarse del martirio, decían con más entusiasmo 'Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe'".
"Y eso les merecía el martirio, y eso les merecía que Cristo testimonie ante el Padre, y que Cristo siga testimoniando su martirio ante la comunidad de sus fieles", aseguró.
"Tratemos de conocerlos más, tratemos de imitarlos más, tratemos de acoger su testimonio más en la vida personal, pero sobre todo en la vida de familia", expresó.
El Arzobispo de Guadalajara subrayó que "el testimonio de los mártires no solo nos debe asombrar, el testimonio de los mártires nos debe mover, nos debe invitar".
"Tal vez por las circunstancias que vivimos no vamos a llegar a ese extremo de tener que derramar la sangre o morir por Cristo", dijo, pero "cada día, en cada circunstancia, en cada momento, en cada relación, en todo lo que hacemos, en todos los campos en los que nos movemos, tenemos la oportunidad de ser testigos de Cristo".
"Jesús testimoniará por nosotros si nosotros asumimos ser sus testigos, sus discípulos testigos", aseguró.
El Purpurado resaltó que "el testimonio de los mártires perdura", mientras que "no necesariamente prevalece en la conciencia el nombre de las personas que infligieron, que hicieron el martirio".
Sin embargo, reiteró, el testimonio de los mártires "no se extingue" y "no se olvida".
La vida de San Joselito
San José Sánchez del Río, conocido como San Joselito, nació el 28 de marzo de 1913 en Sahuayo, en el estado de Michoacán.
Para 1926, cuando el entonces presidente de México Plutarco Elías Calles ejecutó su restrictiva norma conocida como "Ley Calles" contra el culto católico, y dio inicio a la persecución religiosa que detonó la Guerra Cristera, San Joselito tenía apenas 13 años.
José Sánchez del Río pidió permiso a sus padres para enrolarse en las tropas "cristeras", defensoras de la libertad religiosa en México. Ante el intento de su madre por disuadirlo, por el riesgo de que lo asesinen, él le replicó que "mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora, y no quiero perder la ocasión".
Tras ser capturado por las tropas del gobierno, el 10 de febrero de 1928, cuando tenía casi 15 años, San Joselito fue torturado por negarse a renunciar a la fe católica.
Los oficiales le cortaron las plantas de sus pies y lo hicieron caminar hacia la que sería su tumba. Mientras caminaba, San José Sánchez del Río rezaba y gritaba "¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!".
Ante su tumba, ese mismo día, las tropas del gobierno lo colgaron de un árbol y lo acuchillaron.
Poco antes de que muera, cuando uno de sus verdugos lo bajó del árbol y le preguntó si tenía un mensaje para sus padres, San Joselito le dijo: "Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos".
San Joselito fue proclamado beato en Guadalajara, el 20 de noviembre de 2005. El Papa Francisco lo canonizó el 16 de octubre de 2016.