Al recordar su reciente viaje apostólico a Budapest y Eslovaquia, el Papa Francisco destacó en la catequesis de la Audiencia General de este miércoles 22 de septiembre que la vida del cristiano debe consistir en "adorar, rezar, caminar, peregrinar y hacer penitencia".
"Así mi peregrinación fue de oración en el corazón de Europa, iniciado con la adoración y concluido con la piedad popular. Rezar porque a esto es a lo que sobre todo está llamado el Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en esto sentir la paz, la alegría que nos da el Señor. Nuestra vida debe ser así: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia", señaló el Santo Padre.
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A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera hablarles del viaje apostólico que realicé a Budapest y a Eslovaquia, y que terminó precisamente hace una semana, el miércoles pasado. Lo resumiría así: ha sido una peregrinación de oración, una peregrinación a las raíces, una peregrinación de esperanza. Oración, raíces, esperanza.
1. La primera etapa fue a Budapest, para la Santa Misa conclusiva del Congreso Eucarístico Internacional, aplazada exactamente un año debido a la pandemia. Fue grande la participación en esta celebración. El pueblo santo de Dios, en el día del Señor, se ha reunido ante el misterio de la Eucaristía, del cual continuamente es generado y regenerado. Era abrazado por la Cruz que sobresalía sobre el altar, mostrando la misma dirección indicada por la Eucaristía, es decir la vía del amor humilde y desinteresado, del amor generoso y respetuoso hacia todos, de la fe que purifica de la mundanidad y conduce a la esencialidad. Esta fe nos purifica siempre y nos aleja de la mundanidad que nos arruina a todos, es una carcoma que nos arruina desde dentro.
Y la peregrinación de escucha concluyó en Eslovaquia en la Fiesta de María Dolorosa. También allí, en Šaštín, ante el Santuario de la Virgen de los Siete Dolores, un gran pueblo de hijos llegó para la fiesta de la Madre, que es también la fiesta religiosa nacional.
Así mi peregrinación fue de oración en el corazón de Europa, iniciado con la adoración y concluido con la piedad popular. Rezar porque a esto es a lo que sobre todo está llamado el Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en esto sentir la paz, la alegría que nos da el Señor. Nuestra vida debe ser así: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia. Y esto tiene una particular importancia en el continente europeo, donde la presencia de Dios se diluye, lo vemos todos los días, la presencia de Dios se diluye en el consumismo y en los "vapores" de un pensamiento único fruto de la mezcla de viejas y nuevas ideologías. Y esto nos aleja de la familiaridad con el Señor, de la familiaridad con Dios. También en tal contexto, la respuesta que sana viene de la oración, del testimonio, del amor humilde. El amor humilde que sirve, el servicio, retomamos esta idea, el cristiano es para servir.
Es lo que vi en el encuentro con el pueblo santo de Dios: ¿qué vi? un pueblo fiel, que sufrió la persecución ateísta. Lo vi también en los rostros de nuestros hermanos y hermanas judíos, con los cuales recordamos la Shoah. Porque no hay oración sin memoria. No hay oración sin memoria. ¿Qué quiere decir esto? Que cuando nosotros rezamos debemos hacer memoria de la propia vida, de la vida del propio pueblo, de la vida de tanta gente que nos acompaña en la ciudad, en el pueblo, cuál ha sido la historia.
Uno de los obispos eslovacos me ha dicho, ya anciano, yo he hecho el conductor del tranvía para esconderme de los comunistas, bueno, en la dictadura, en la persecución, este obispo era un conductor del tranvía, después, a escondidas, realizaba su 'oficio' de obispo y ninguno lo sabía, así es la persecución, la persecución. Recuerden, no hay oración sin memoria, la memoria de la propia vida, de la vida del propio pueblo, de la historia, hacer memoria, recordar, esto hace bien y ayuda a rezar.
2. Segundo aspecto: este viaje ha sido una peregrinación a las raíces. Encontrando a los hermanos obispos, tanto en Budapest como en Bratislava, pude tocar con la mano el recuerdo agradecido de estas raíces de fe y de vida cristiana, vívido en el ejemplo luminoso de testigos de la fe, como los cardenales Mindszenty y Korec, como el beato obispo Pavel Peter Gojdič. Raíces que descienden en profundidad hasta el siglo IX, hasta la obra evangelizadora de los santos hermanos Cirilo y Metodio, que han acompañado este viaje como una presencia constante. Percibí la fuerza de estas raíces en la celebración de la Divina Liturgia en rito bizantino, en Prešov, en la fiesta de la Santa Cruz. En los cantos sentí vibrar el corazón del santo pueblo fiel, forjado por muchos sufrimientos padecidos por la fe.
En más de una ocasión insistí en el hecho de que estas raíces están siempre vivas, llenas de la savia vital que es el Espíritu Santo, y que como tales deben ser custodiadas: no como exposiciones de museo, no ideologizadas e instrumentalizadas por intereses de prestigio y de poder, para consolidar una identidad cerrada. No. ¡Esto significaría traicionarlas, traicionarlas y esterilizarlas! Cirilo y Metodio no son para nosotros personajes para conmemorar, sino modelos a imitar, maestros de los que aprender siempre el espíritu y el método de la evangelización, como también el compromiso civil – durante este viaje en el corazón de Europa pensé a menudo en los padres de la Unión Europea -, como la han soñado, no como una agencia para distribuir las colonizaciones ideológicas de la moda. Así entendidas y vividas, las raíces son garantía de futuro: de ellas brotan gruesas ramas de esperanza.
También nosotros tenemos raíces, cada uno de nosotros tenemos raíces ¿recordamos nuestras raíces? ¿de los padres? ¿de los abuelos? ¿Estamos vinculados a los abuelos que son un tesoro? 'no, pero son viejos, no'… ellos te dan savia, tú tienes que ir hacia ellos para tomar y crecer y llevar hacia adelante. Nosotros no decimos 've y refúgiate en las raíces, no, no, ve a las raíces, toma la savia, y ve hacia adelante, ve a tu lugar. No te olvides. Y repito lo que he dicho muchas veces, aquel verso bello 'todo lo que el árbol ha florecido proviene de lo que ha sumergido'. Tú podrás crecer en la medida que estás unido a las raíces, te viene la fuerza de allí, si tú podas las raíces, todo nuevo, no te lleva a nada eso, no te hace crecer, terminarás mal.
3. El tercer aspecto de este viaje ha sido una peregrinación de esperanza. Oración, raíces y esperanza. He visto mucha esperanza en los ojos de los jóvenes, en el inolvidable encuentro en el estadio de Košice. Me ha dado esperanza ver muchas, muchas parejas jóvenes, muchas, y muchos niños. Yo pensé en el invierno demográfico que estamos viviendo y aquellos países florecen con parejas jóvenes, con niños, un signo de esperanza.
Especialmente en tiempo de pandemia, este momento de fiesta fue un signo fuerte y alentador, también gracias a la presencia de numerosas parejas jóvenes, con sus hijos. Como fuerte y profético es el testimonio de la beata Anna Kolesárová, joven eslovaca que a costa de su vida defendió la propia virginidad contra la violencia: un testimonio más actual que nunca, lamentablemente, porque la violencia sobre las mujeres es una llaga abierta en todos lados.
He visto esperanza en muchas personas que silenciosamente, se ocupan y se preocupan del prójimo. Pienso en las Hermanas Misioneras de la Caridad del Centro Belén en Bratislava, buenas hermanas que reciben a los descartados de la sociedad rezan y sirven, rezan y ayudan, y rezan mucho y ayudan mucho, sin pretensiones, son las heroínas de esta civilización, yo quisiera que todos nosotros hagamos un reconocimiento a Madre Teresa y a estas hermanas, todos juntos, un aplauso a estas hermanas buenas. Estas hermanas acogen a personas sin hogar. Pienso en la comunidad gitana y en los que se comprometen con ellos por un camino de fraternidad y de inclusión. Fue conmovedor compartir la fiesta de la comunidad gitana: una fiesta sencilla, que sabía a Evangelio. Los gitanos son nuestros hermanos, debemos recibirlos, como hacen los padres salesianos allí en Bratislava, cercanos a los gitanos.
Queridos hermanos y hermanas, esta esperanza se realiza, esta esperanza de Evangelio que he podido ver en el viaje, se realiza, se hace concreta solo si se declina con otra palabra: juntos. La esperanza nunca desilusiona, pero la esperanza nunca va sola, juntos.
En Budapest y en Eslovaquia nos hemos encontrado juntos con los diferentes ritos de la Iglesia católica, juntos con los hermanos de otras confesiones cristianas, juntos con los hermanos judíos, juntos con los creyentes de otras religiones, juntos con los más débiles. Este es el camino, porque el futuro será de esperanza si será juntos, no solos, esto es importante.
Después de este viaje, en mi corazón hay un gran "gracias". Gracias a los obispos y a las autoridades civiles; al presidente de Hungría y a la presidente de Eslovaquia, gracias a todos los colaboradores en la organización; gracias a los muchos voluntarios; gracias a cada uno de los que han rezado. Por favor, añadan aún una oración, para que las semillas esparcidas durante el viaje den buenos frutos. Rezamos por esto, gracias.