José María y Amaya viven en Hungría desde el año 2015 con sus 8 hijos. Cuentan cómo han vivido la visita del Papa Francisco y cómo a pesar de haber sufrido un tumor y parálisis facial, dan gracias a Dios por su vida misionera.
El Papa Francisco visitó Hungría y Eslovaquia del 12 al 15 de septiembre. Entre las miles de personas que participaron en los eventos del Papa en Hungría estaban José María Palacios y Amaya Francés, un matrimonio misionero con 8 hijos.
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"Lo que me llamó más la atención es que nadie gritaba al ver al Papa; yo nunca soy de esas personas que gritan pero me salió un viva el Papa del fondo del corazón y a mi marido también. A los húngaros yo creo que no les pareció muy bien, son muy callados, no gritan, nada que ver con los españoles cuando ven pasar al Papa", explicó Amaya a Obras Misionales Pontificias (OMP).
"Espero que mis hijos mayores guarden en el corazón las palabras que nos dijo Francisco"; aseguró.
Según afirman, su vida es sencilla. "Trabajamos, llevamos a los hijos al cole y cuando podemos damos catequesis para invitar a la gente al Camino Neocatecumenal y también damos cursillos de novios. Muchos domingos salimos por las plazas a cantar y rezar laudes", explica.
Inicios duros
Durante los primeros meses en Hungría, en el año 2015, estudiaron el idioma, "ahora nos defendemos pero es un idioma difícil", aunque sus hijos lo hablan perfectamente y están adaptados al país.
Sin embargo, la llegada a Hungría no fue sencilla. Jose María, que en España era ingeniero agrícola y tenía un buen trabajo, estuvo durante un año limpiando en un colegio. "Luego consiguió otro trabajo cortando piedra para hacer cocinas y baños, un trabajo muy duro donde aspiraba mucho polvo. Fue duro. Y por fin cambió de trabajo, ganando lo mismo pero un sitio mucho mejor. El instituto de los Jesuitas donde estudian los mayores", afirmó.
Amaya explica a OMP que en estos últimos seis años en Hungría les han pasado muchas cosas, entre ellas poder conseguir una casa, a pesar de las dificultades de ser extranjeros.
"Las casas de alquiler son muy caras pero el Señor nos ha regalado una casa muy bonita, es un poco del banco todavía pero es nuestra también. Tardamos seis meses en que nos concedieran un préstamo. Sólo trabajaba mi marido, un sueldo muy, muy normalito, ocho hijos y extranjeros…", relató.
Operada de un tumor
Cuando se estabilizaron en la casa nueva, pensaban que podrían descansar un poco, pero no fue así.
"Pero a los pocos días de dar a luz a nuestra última hija, el 3 de enero de 2020, me diagnosticaron un meningioma en la base del cráneo. El último embarazo había estado muy malita, con muchos vértigos y los ginecólogos me dijeron que era del embarazo. En octubre me quedé sorda de un oído y el otorrino me mandó una resonancia de la cabeza tras dar a luz. El meningioma era grande", explicó.
Amaya consiguió sacar el pasaporte de Sofía, la pequeña recién nacida, en una semana y volvió a España para ser operada de urgencia.
"Mi hermana cuidó de mi hija recién nacida casi un mes en Madrid, lo que más me costó es no ver a mi hija durante ese tiempo porque me operaron en Pamplona, donde yo nací y donde viven mis padres", aseguró.
Según explica a OMP, Amaya recibió la unción de enfermos un día antes de la operación del mismo sacerdote que la casó, algo que para ella fue "un regalo".
Durante ese tiempo, Amaya destaca que su esposo fue, junto con su comunidad y su familia, "un pilar fuerte".
Todavía está recuperándose. La operación fue "bastante bien" porque pudieron extirpar el tumor y por ahora no ha vuelto a crecer, aunque tiene revisiones cada seis meses.
"Tengo que llevar una vida más tranquila que antes porque la cabeza la tengo muy sensible. Me he quedado sorda y tengo algo de parálisis facial pero doy gracias a Dios por poder cuidar de mis hijos todos los días", afirmó.