El P. Óscar Uribe Cuartas, que recientemente cumplió 50 años de vida sacerdotal, afirmó que su ministerio es un regalo de Dios y que su familia fue el pilar de su crecimiento espiritual.
El P. Uribe cumplió 50 años como sacerdote el pasado 28 de agosto. Fue ordenado en 1971 en Medellín (Colombia), país donde sirvió un tiempo hasta que fue enviado a Ecuador, donde actualmente es párroco de la iglesia La Eucaristía en Cerecita, señaló la Arquidiócesis de Guayaquil en su sitio web.
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Al inicio de su ministerio, el sacerdote sirvió a la Diócesis de Sonsón Ríonegro en Colombia, luego fue nombrado formador en el Seminario Cristo Sacerdote. Al poco tiempo, en 1979, fue enviado a Ecuador con la misión de formar a los próximos sacerdotes del Seminario Mayor de Guayaquil, donde estuvo hasta 1999. Después fue designado párroco en la iglesia de la Niña María, y desde 2014 lidera su actual parroquia.
El sacerdote, que es conocido por siempre aconsejar "a los padres despertar y fomentar la fe en los niños", relató que su vocación surgió de pequeño, gracias a la formación católica que recibió en su familia.
El P. Uribe señaló que su familia fue el "pilar fundamental en su crecimiento espiritual" y dijo que recibir el sacramento del Bautismo no solo inició su "vida como cristiano", sino que fue "un llamado al servicio de Dios". Hoy, afirma que su "ministerio es un regalo" de Dios.
"Celebrar 50 años de vida sacerdotal es una ocasión para darle gracias a Dios por todos los dones que estos años he recibido de él. La vocación es un don de Dios y desde pequeño infundió en mi corazón el don de la vocación sacerdotal", dijo.
El P. Uribe está convencido que "ser sacerdote es ser otro Cristo", pues es "reproducir la vida del Señor en el mundo, tener el gran don de Dios de poner a las personas en unión con él". Además, es consciente que la fe que se siembra de niño, perdura en la adultez aún en los peores momentos.
Relató que cuando estaba en Colombia visitaba con frecuencia la cárcel, donde "muchos de los presos se acercaban a hacer una Confesión y a estar más cerca de Dios y darse uno cuenta que la fe que habían recibido en su hogar todavía estaba en corazón, a pesar de los problemas o errores que esas personas hubiesen cometido".
Finalmente, el P. Uribe afirmó que todas las personas nacemos con una vocación, y que es responsabilidad de los padres el bautizar y guiar a sus hijos en el camino de la fe desde pequeños.
"Todos hemos sido enviados con una vocación, que es la vocación al amor y esa vocación al amor la vivimos como esposos, esposas, en la vida matrimonial, o también esa vocación al amor la podemos vivir en la vida sacerdotal o religiosa", dijo.
"Los padres deben avivar la fe de sus hijos, cumpliendo con el compromiso que hicieron cuando llevaron a bautizar a sus hijos pues como sacerdotes nos damos cuenta de habernos criado en hogares que nos formaron en la fe", concluyó.