Miles de fieles de la ciudad portuaria del Callao colmaron la Catedral y los alrededores del templo para dar el último adiós a los restos mortales de uno de los más queridos obispos del Perú, Mons. Ricardo Durand Florez.
Los restos del quien fuera Arzobispo-Obispo del Callao llegaron al primer puerto peruano el domingo a las 9:00 a.m. –hora local- donde fue recibido por una multitud de fieles que manifestaban su dolor y su admiración por el Prelado que desarrolló una infatigable labor a favor de los pobres, de las misiones, de la educación católica y en defensa de la sana doctrina de la Iglesia frente a las divisiones producidas por la controvertida teología de la liberación marxista promovida por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez.
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El lunes 22 por la mañana, durante la Misa exequial, el sucesor de Mons. Durand, Mons. Miguel Irízar Campos, se refirió a su predecesor como “un hombre de una juventud permanente que buscó y encontró la verdad, el Evangelio vivo del Padre, desde el bautismo hasta el ministerio episcopal como Pastor y Sucesor de los Apóstoles”.
“Mons. Ricardo se dejó conducir dócilmente por el Espíritu de Dios y vivió esa realidad con gran intensidad espiritual en la escuela espiritual de San Ignacio de Loyola, que siempre transparentó a lo largo de su trabajo episcopal”; dijo Mons. Irízar, al señalar que “nuestro hermano Ricardo, después de la prolongada carrera que corrió en vida, está ya recibiendo la corona de gloria que el Señor tiene reservada al Siervo bueno y fiel”.
El Prelado del Callao elogió la “perspicacia evangélica de Mons. Ricardo”, que “lo llevó a denunciar todos los ataques contra la vida humana,” y a “defender a los últimos y necesitados hasta el final mismo de su vida”.
“Ahora goza de la plenitud de ser hijo e Dios, dejando atrás su cuerpo ya débil y gastado que enterraremos en la cripta de esta catedral, siguiendo su voluntad”, agregó.
Mons. Irízar recordó el período de Mons. Durand en la Presidencia de la Conferencia Episcopal Peruana, donde actuó, como “portavoz de la esperanza para los momentos difíciles del Perú, como promotor cristiano de la caridad y como pastor entregado a su pueblo y especialmente a los más pobres y excluidos en el Cuzco, el Callao y todo el Perú”.
Fue además “un Pastor modelo: cercano, abierto, acogedor, transparente, fraterno y solidario”, dijo Mons. Irízar, visiblemente emocionado. “De la fidelidad a la doctrina de la Iglesia, de sus luchas y sus preocupaciones somos testigos los obispos que compartimos con él en la Conferencia Episcopal, en aquellos tiempos difíciles para la Iglesia en el Perú”.
Durante la Misa, a la que asistieron el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, el Nuncio Apostólico Mons. Rino Passigato, decenas de obispos y sacerdotes, el expresidente de la República Valentín Paniagua y numerosas autoridades de Lima y del Callao, Mons. Irízar se refirió luego a “su alma misionera”, pues “como Director nacional de la Obras Misionales Pontificias fue un infatigable animador de la infancia misionera, su revista ‘Avanzada’ aún la recuerdan los mayores, pues servía para iniciar a los niños en esa vocación misionera”.
También lo recordó como “fundador del seminario donde han salido tantos sacerdotes entre ellos 40 misioneros que hoy sirven en diversas partes”.
“Comunicador nato –señaló Mons. Irízar,- no había problemas para entrevistar a Mons. Durand, pero todos sabían su manera de responder: tenía un alma transparente, y por eso era buen comunicador, que decía siempre con franqueza la verdad, pues estaba convencido de que faltaba la verdad en el corazón de los hombres”.
Homenajes
“¡Que viva Mons. Durand!”, gritó uno de los fieles, produciendo un estallido de aplausos en memoria del Prelado. Por su parte, el Alcalde del Callao, Alex Kouri, concedió al Prelado la medalla póstuma del Puerto y anunció que la plaza principal de la ciudad portuaria será rebautizada con el nombre de Mons. Ricardo Durand.
Por su parte, el Padre Demetrio Chu Gamarra, el primer sacerdote ordenado por el Arzobispo-Obispo, quiso rendir un homenaje a la ejemplar vida de pobreza del Pastor, señalando emocionado que “no se le conocían bienes, y vestía con una sencillez cuya pobreza recubría con un abrigo que también parecía tener su historia y que para nosotros, sus sacerdotes era objeto de afectuoso humorismo, al mismo tiempo que de admiración”.