En un acontecimiento histórico para la Iglesia en Chile, la Diócesis San José de Temuco (Chile) ordenó a 23 diáconos permanentes el sábado 14 de agosto.
Los diáconos provenientes de los cinco decanatos diocesanos, acompañados de sus esposas, se reunieron en la Catedral para celebrar la ordenación según el aforo permitido.
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La ordenación diaconal, que se realiza luego de cinco años de formación, estaba prevista para el 19 de marzo, fiesta de San José, patrono de la Diócesis. Sin embargo, la pandemia del coronavirus retrasó la celebración.
El asesor diocesano, P. Rodrigo Aguilar, agradeció por el "regalo vocacional" que "marca un hito, no solo en nuestra iglesia diocesana, sino en nuestro país, al tratarse de 23 hermanos, siendo una de las ordenaciones más numerosas registradas".
"Además, a casi 50 años, desde la primera ordenación diaconal en nuestra Diócesis, de los diáconos Pedro Lucero y Juan Iturriaga, presidida por Monseñor Bernardino Piñera", explicó el P. Aguilar.
A la profesión de las promesas de los diáconos permanentes se sumaron dos juramentos de celibato de Jaime Agurto Leal, de la parroquia Sagrado Corazón del decanato de Victoria; y de Dorian Cánovas Mellado, de la parroquia La Anunciación del Señor, del decanato Temuco Sur.
En su homilía, el Obispo de Temuco, Mons. Héctor Vargas, explicó que el Papa Francisco, "nos exhorta a anunciar una nueva forma de vida, que por estar basada en la fraternidad y en la amistad social, tenga sabor a Evangelio".
"Implica cultivar un corazón sin confines, sin fronteras, más allá de la nacionalidad, color, religión y procedencia. Una fraternidad capaz de hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad, donde cada uno aporta la riqueza de su diversidad", dijo.
"Y justamente porque nadie puede sostener o pelear la vida aisladamente, soñemos una humanidad hecha de una misma carne, inspirada en San Francisco que sembró la paz en todas partes y caminó cerca de los pobres, abandonados, enfermos, descartados, los últimos".
"Sin duda, siempre hay quienes trabajan en este sentido, pero inspirado en San Francisco, se nos pide hacerlo desde tres actitudes: el amor fraterno, la sencillez y la alegría", exhortó Mons. Vargas.
En ese sentido y a la luz de la parábola del Buen Samaritano, el Obispo de Temuco explicó que "el amor al otro por el solo hecho de ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posible la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos".
Por ello, la Iglesia "tiene un papel público que no se agota en sus actividades de asistencia y educación, sino que procura la promoción del hombre y la fraternidad universal. No pretende disputar poderes terrenos, sino ofrecerse como un hogar entre los hogares, para testimoniar al mundo actual la fe, la esperanza y el amor al Señor y a aquellos que Él ama con predilección".
"La Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre. Y como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación".
A los presentes, Mons. Vargas recordó que "la escuela del diaconado es para siempre a la cual todos nosotros estamos llamados de manera permanente para poder así responder a la Iglesia según lo que espera de sus ministros".
Qué es un diácono permanente
El diaconado permanente es uno de los grados del orden sacerdotal. La palabra diácono significa "el que sirve". Desde el Concilio Vaticano II se estableció de nuevo el diaconado como estado permanente en la Iglesia.
Para poder ejercerlo deben ser mayores de 35 años, con una edad máxima en torno a los 60. También pueden serlo hombres casados, pero deben llevar al menos 5 años de matrimonio y si enviudan no podrán volver a casarse. En el caso de los hombres casados, la esposa debe estar de acuerdo.
Su función principal es la predicación de la Palabra de Dios, celebrar los sacramentos, excepto la confesión y la consagración.