Al Presidir la ceremonia de proclamación de cuatro nuevos beatos para la Iglesia, el Papa Juan Pablo II describió a Luigi Talamoni (1848-1926), María Cándida de la Eucaristía (1884-1949), Matilde del Sagrado Corazón Tellez Robles (1841-1902) y Piedad de la Cruz Ortiz Real (1842-1916), como “particulares testigos de la amorosa providencia divina que acompaña el camino de la humanidad”.
“Fiel reflejo de la misericordia de Dios es el sacerdote Luigi Talamoni”, dijo el Santo Padre, al recordar que uno de los alumnos más famosos de este presbítero formador de seminaristas, el futuro Papa Pío XI, lo elogió por “su santidad de vida, luz de ciencia, grandeza de corazón, pericia de magisterio, ardor de apostolado, méritos cívicos, es honor de Monza (su ciudad natal), joya del clero ambrosiano, guía y padre de innumerables almas”.
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“Exhorto a mirarlo sobre todo a los sacerdotes y a la Congregación de las Hermanas Misericordianas”, agregó el Papa, refiriéndose a la congregación que el P. Talamoni fundó.
Al referirse a la Madre Matilde Téllez Robles, fundadora de las Hijas de María Madre de la Iglesia, el Pontífice la describió –hablando en español- como “enamorada de Cristo, se entregó a Él como verdadera discípula que encarna esa novedad. Esta mujer incansable y religiosa se consagró, desde una intensa vida de oración, a la transformación de la sociedad de su tiempo mediante la acogida de niñas huérfanas, la atención domiciliaria a enfermos, la promoción de la mujer trabajadora y la colaboración en las actividades eclesiales”.
“Su luminoso testimonio –añadió- es una llamada a vivir en adoración a Dios y servicio a los hermanos, dos pilares fundamentales del compromiso cristiano.
“La Madre Piedad de la Cruz Ortíz”, siguió el Papa en español, al hablar de la murciana fundadora de las Salesianas del Sagrado Corazón, “es un maravilloso ejemplo de la reconciliación que nos propone San Pablo”.
“Modelo de virtudes cristianas y religiosas, enamorada de Cristo, de la Virgen María y de los pobres, nos deja el ejemplo de austeridad, oración y caridad hacia todos los necesitados”, dijo también.
Finalmente, al hablar de la italiana María Cándida Barba, que “ofreció toda su vida a Dios en el Carmelo”, Juan Pablo II la destacó como “una auténtica mística” que “se enamoró a tal punto de Jesús eucarístico que experimentó un constante y ardiente deseo de ser apóstol infatigable de la Eucaristía”.
“Estoy seguro que desde el cielo la beata María Cándida continúa ayudando a la Iglesia para que crezca en el estupor y en el amor hacia este sumo misterio de nuestra fe”.
Tras la ceremonia de este domingo, llegan a 1,331 los beatos proclamados por Juan Pablo II durante su pontificado. Éstos se suman a la proclamación de 477 santos.