El Obispo Auxiliar de Santiago, Mons. Andrés Arteaga Manieu, publicó sus reflexiones sobre la película “La Pasión de Cristo” y aseguró que quien la vea con “ojos abiertos” no puede quedar indiferente a su belleza y la verdad que transmite.
Mons. Arteaga señaló que acudió a un preestreno con cierto temor por la controversia sobre sus “fuertes escenas”. Pero ahora está “muy feliz de ir a verla”, comprendió el favor del público y señaló su sorpresa por la “belleza y verdad” con que la cinta trata “un tema especialmente delicado y sensible para los creyentes, del núcleo de nuestra fe cristiana”.
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Para el Obispo, la belleza del filme la podrá apreciar “quien la vea con ojos abiertos a descubrir profesionalismo en los actores, cuidado en los detalles. Se puede afirmar que hay devoción, incluso piedad y delicadeza en tratar un tema tan complejo y profundo, tan humano y divino”.
Además, indicó que “hay verdad, pues se atienen en sus líneas generales y en muchos detalles a las narraciones evangélicas. Y provoca reflexión, meditación, contemplación de la persona y del misterio de Cristo, de su entrega voluntaria, de su perdón redentor y salvador”.
“No me provocó ningún mal sentimiento, mas bien dolor por el pecado, por mis pecados, gratitud por la redención y sacrificio de Cristo, por el apoyo incondicional de Dios Padre a su Hijo, a todos sus hijos de la humanidad, frente al pecado del mundo”, agregó.
Para el Obispo la cinta “mueve a escrutar mejor las Escrituras, a conocer más interiormente los evangelios, a celebrar más auténticamente la Eucaristía. Recordando que es una película, ni más ni menos que una película, una forma de arte”.
“Uno no queda indiferente. También puede inquietar porque plantea preguntas tan graves y urgentes como el dolor extremo, el sentido de la vida, la traición, el sacrificio, el amor”, explicó.
Mons. Arteaga sostiene que lo impresionaron, “entre muchas cosas de la película, la mansedumbre de Jesús ante el sufrimiento, la actitud de la Santísima Virgen María de ternura, fidelidad y compañía del hijo, la traición de Judas, la negación de Pedro, la fidelidad de Juan y de María Magdalena, la sutil presencia del demonio que es definitivamente derrotado, las miradas de Jesús y la que podría ser una ‘lágrima del Padre’ ante la muerte de Jesús”.
“Se podrá discutir si era necesaria tanta carne desagarrada y tanta sangre derramada, pero los Evangelios están allí y Jesús habla precisamente de carne entregada y sangre derramada por nosotros, por todos y por nuestros pecados”, precisó.
Para el Obispo, este “moderno Via Crucis (camino de la cruz), que es también Via Lucis (camino hacia la luz), puede ayudar a conocer y amar mejor a Jesús, a celebrar más hondamente la Eucaristía, y espero a vivir como dignos discípulos suyos encarnando en la propia vida su mensaje de perdón y compromiso con todos los hoy flagelados y crucificados”.