El Departamento de Vida de la Comisión de Pastoral Familiar del Episcopado Mexicano dio a conocer ayer un documento mediante el cual invita a los mexicanos a celebrar el Día del Niño por Nacer y a meditar en torno a los desafíos que la vida enfrenta en el país.
En el documento, titulado “Bueno es Dios para con todos, tierno con todas sus criaturas”, los obispos señalan que con motivo de la celebración del Día de la Vida, inspirado en la Solemnidad de la Encarnación del Señor Jesucristo quieren dirigir una invitación “a todos los católicos a considerar, a la luz del Evangelio, los numerosos desafíos que piden de nosotros una clara respuesta en los temas del matrimonio, la familia y la vida, desde los dos aspectos fundamentales de nuestro ser de bautizados: la fe y el amor”.
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Los obispos denuncian alarmados “el contenido y la forma como se están planteando a nivel informático diversos aspectos de la sexualidad, la anticoncepción, el no reconocimiento de la existencia y la sacralidad de la vida desde la fecundación, la manipulación de embriones, el aborto, la reproducción asistida, etc.”; que “pueden hacernos experimentar la tentación de dudar del esplendor de la verdad que nos enseña la Sagrada Escritura acerca de la vida del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios”.
Los Prelados recuerdan sin embargo que “la vida, especialmente la vida humana, viene de Dios y, por tanto, es bella, es siempre un bien y vale la pena vivirla, promoverla y defenderla”. “Creemos en Dios que es Amor y Vida, creemos en Jesucristo, creemos en la vida y en su dignidad natural e inviolable. Por eso no podemos separar nuestra fe del tema de la vida, pues, de hecho, forman un todo”, agregan los obispos.
Por ello, el documento pide que todos, “ayudados por la gracia de Dios, con una generosidad que no tenga miedo al mismo sacrificio, revisemos y confrontemos con el Evangelio nuestra mentalidad, actitud y conducta acerca de la vida humana y la ecología, que también cae dentro de nuestra responsabilidad de bautizados”.
El documento advierte que muchas veces se quiere presentar la posición de la Iglesia como que “no tiene nada que ver con la ciencia, o que la fe y la razón se contradicen y excluyen mutuamente”. “Incluso se llega a una intolerancia pues la opinión de la Iglesia no es escuchada, analizada con serenidad, apertura y seriedad, sino que se la hace objeto de mofa y de rechazo anticipado”.
Los obispos recuerdan, sin embargo que “Jesucristo ha redimido a toda la persona, en todas sus dimensiones: corporal, afectiva, volitiva, intelectiva, espiritual. Él ha llevado a la plenitud los mandamientos que son un camino para la vida y la felicidad.
Él confió a su Iglesia este Evangelio de la Vida, la cual, animada por el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, ilumina siempre la conciencia de los hijos de Dios sobre la verdad y sacralidad de la vida”.
Por ello, con ocasión del “Día de la Vida”, los obispos invitan a todos:
· A profesar, con firmeza y generosidad, que creemos en la vida, en su belleza y bondad, sin estridencia ni intolerancia.
· A asumir como personas, comunidades, parroquias y Diócesis nuestro compromiso coherente hacia la sacralidad de la vida.
“Credo” de la Vida”
Los obispos concluyen proponiendo una oración que constituye un “credo” de la Vida:
Creo y amo a Dios, Uno y Trino, que es Amor y Vida. Creo y amo a Dios, nuestro Padre, fuente del Amor y de la Vida.
Creo y amo a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida.
Creo y amo al Espíritu Santo, Señor y dador de Vida. Creo y amo la vida como un regalo de Dios: se recibe gratuitamente para ser donada gratuitamente.
Creo y amo la belleza y la bondad de la vida.
Creo y amo la belleza e igual dignidad de ser hombre y mujer, diferentes y complementarios.
Creo y amo el matrimonio y la familia que tienen a Dios por Autor.
Creo y amo la sexualidad humana como un don de Dios para ser vivido en el matrimonio.
Creo y amo a la familia, santuario de la vida. Creo y amo la vida, la cual es sagrada desde el momento de la fecundación.
Creo y amo la vida y me comprometo a protegerla, promoverla y defenderla en todos sus momentos y formas.
Creo y amo la naturaleza, don confiado por Dios al cuidado del hombre y la mujer.
Creo y amo la verdad de la ciencia, la cual es iluminada por la fe para llegar a conocer la verdad que Dios escribió en el ser humano y en la naturaleza.