El Cardenal Gerhard Müller lamentó las restricciones impuestas recientemente por el Papa Francisco a la celebración de la Misa en la forma extraordinaria, mediante el Misal anterior a 1970.
En una carta publicada en el sitio The Catholic Thing, el prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Gerhard Müller, criticó la diferencia de trato a los llamados "tradicionalistas" en comparación a las propuestas contrarias a la doctrina del "Camino Sinodal" de los obispos alemanes, y subrayó que el motu proprio Traditionis custodes era innecesario para perseguir los fines argumentados por el Pontífice, y que habría bastado con una "argumentación teológica comprensible".
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El Cardenal, que comparte con el Santo Padre la necesidad de que en la Iglesia se reconozca de forma incondicional la legitimidad del Concilio Vaticano II, consideró que existe una desproporción entre la "dura disciplina" aplicada a la llamada Misa Tridentina, frente a la "relativamente modesta respuesta a los ataques masivos contra la unidad de la Iglesia en el 'Camino Sinodal' alemán".
El Santo Padre, por medio del motu proprio Traditionis custodes, promulgado el pasado 16 de julio, derogó las disposiciones liberalizadoras de la Misa Tridentina introducidas por Benedicto XVI en el motu proprio de 2007 Summorum pontificum.
Entre las restricciones, se encuentra el establecimiento de los libros litúrgicos de Pablo VI y Juan Pablo II como "única expresión de la lex orandi del Rito Romano".
Establece que corresponde al obispo diocesano autorizar la celebración con el Misal Romano de 1962. Señala también que los presbíteros ordenados después de la publicación del motu proprio deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, quien a continuación consultará a la Sede Apostólica, para poder celebrar con dicho Misal.
Asimismo, los sacerdotes que ya celebran según el Misal Romano de 1962 deberán pedir al obispo diocesano autorización para seguir celebrando.
Se establece también que la Misa Tridentina no podrá celebrarse en la iglesia parroquial, y que sólo se podrá celebrar en los días indicados por el Obispo.
Por último, se prohíbe a los obispos autorizar la creación de nuevos grupos que celebren según el Misal Romano de 1962.
El Papa Francisco argumentó su decisión en los "abusos" litúrgicos que se estaban cometiendo por parte de algunos grupos. Señaló que la apertura otorgada por San Juan Pablo II y Benedicto XVI, "con el fin de recomponer la unidad del cuerpo eclesial en el respeto a las diferentes sensibilidades litúrgicas, fue usada para aumentar las distancias, inducir las diferencias, construir contraposiciones que hieren a la Iglesia y la frenan en el camino, exponiéndola al riesgo de divisiones".
Hacía referencia el Papa a la escisión de Mons. Lefebvre por su rechazo a la reforma litúrgica de 1970 y que San Juan Pablo II y Benedicto XVI habrían tratado de reconducir mediante sus medidas liberalizadoras de la Misa Tridentina.
En concreto, el Papa mostró su tristeza por el hecho de que se usara el Misal Romano de 1962 para rechazar la reforma litúrgica impulsada tras el Concilio Vaticano II. Por ello, afirmó el Santo Padre en el motu proprio que "para defender la unidad del Cuerpo de Cristo me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores".
Sin embargo, el Cardenal Müller señaló que "se puede medir la voluntad del Papa Francisco de devolver a la unidad a los llamados 'tradicionalistas' deplorados mediante el grado de su determinación para poner fin a los innumerables abusos litúrgicos 'progresistas', que equivalen a una blasfemia".
"La paganización de la liturgia católica, que en su esencia no es otra cosa que la adoración del Dios Uno y Trino, por medio de la mitologización de la naturaleza, la idolatría del medio ambiente y del clima, así como de los espectáculos de la pachamama, resultaron muy contraproducentes para la restauración y renovación de una liturgia digna y ortodoxa que refleje la plenitud de la fe católica".
El Cardenal alemán subrayó que muchas de las enseñanzas del Concilio Vaticano II "están siendo heréticamente negadas por la mayoría de los trabajadores laicos alemanes, incluso aunque los disfracen con frases pastorales".
"Es aquí donde tenemos una amenaza a la unidad de la Iglesia en la fe revelada, con reminiscencias del tamaño de la secesión protestante en el siglo XVI", aseveró.
"Dada la desproporción entre la relativamente modesta respuesta a los ataques masivos a la unidad de la Iglesia por parte del 'Camino Sinodal' alemán, así como en otras pseudo reformas, y la severa disciplina aplicada al minoritario rito antiguo, la imagen que me viene a la cabeza es la de una brigada de bomberos despistada que, en lugar de salvar la casa en llamas, lo primero que salva es el pequeño granero anexo", ilustró.
Para el Cardenal Müller "la intención clara del motu proprio es condenar la Forma Extraordinaria a la extinción a largo plazo".
El prefecto emérito criticó que en el motu proprio, "sin la más mínima empatía, se ignoran los sentimientos religiosos de los, con frecuencia jóvenes, participantes en las Misas según el Misal de Juan XXIII (1962). En lugar de apreciar el olor a ovejas, aquí el pastor golpea con su cayado con fuerza".
En su carta el Cardenal recuerda que la unidad de la Iglesia "está enraizada en la unidad en Dios por medio de la fe, la esperanza y el amor". Por lo tanto, no necesita una "estéril uniformidad en las formas litúrgicas externas como si fuera una de las cadenas hoteleras internacionales con un diseño homogéneo".
"El Papa Francisco intenta explicar los motivos que le han llevado, como portavoz de la suprema autoridad de la Iglesia, a limitar la liturgia en su forma extraordinaria. Sin embargo, más allá de la presentación de sus reacciones subjetivas, una estricta y lógica argumentación teológica comprensible también habría sido apropiada", aseguró.
"Porque la autoridad papal no consiste en exigir de forma superficial a los creyentes la mera obediencia, es decir, una sumisión formal, sino, de forma más esencial, en favorecer que los creyentes estén convencidos con la razón".
El Cardenal Müller reconoció que el Papa Francisco "insiste con razón en el reconocimiento incondicional del Vaticano II". En ese sentido, insistió en que "nadie puede llamarse católico si quiere volver atrás del Vaticano II, o cualquier otro concilio reconocido por el Papa, al tiempo de una 'verdadera' Iglesia, o si quiere dejar atrás esa Iglesia como un escalón intermedio hacia una 'nueva' Iglesia".