En el Centro Gerontológico El Buen Samaritano de la Diócesis de Málaga (España) viven unos 100 ancianos, y entre ellos se encuentran 11 sacerdotes y también un Obispo.
Son los sacerdotes más mayores de esta diócesis del sur de España los que residen en este centro que algunos han comparado con "un segundo seminario".
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Mientras que en el primer seminario "los jóvenes candidatos se preparaban juntos para su misión sacerdotal; en este, continúan su misión pastoral en la medida de sus posibilidades y se acompañan en la etapa final de sus vidas".
Patricio Fuentes es el director de la residencia y asegura que contar con estos doce sacerdotes es una gran riqueza para todos ya que "están muy integrados y, para muchos de los residentes, son una referencia porque ya habían sido feligreses suyos. Se sienten muy acompañados en su vida de fe y eso les da mucha calidad de vida".
"Para los que nos ocupamos de ellos, los trabajadores y voluntarios, son también un orgullo, porque son personas que han dado su vida por servir a Cristo, por estar en medio del pueblo sirviendo. Es una tarea preciosa cuidar a los que han cuidado tanto", aseguró Fuentes a la web de la Diócesis de Málaga.
Por eso aseguran que la Santa Misa diaria en el Centro Gerontológico El Buen Samaritano es un momento de encuentro de la comunidad sacerdotal decana de la diócesis.
Y destacan el ejemplo del P. Francisco Ruiz quien desde hace 53 años se prepara para participar en la Misa. En esta ocasión no la celebra él, sino que se sentará junto al pueblo y junto a sus otros hermanos sacerdotes que también residen en el Centro Geriátrico El Buen Samaritano.
"Los sacerdotes siguen activos prácticamente hasta el final de sus días, prestando atención a los residentes, escuchando confesiones, participando en la Eucaristía diaria… Es una forma de continuar viviendo el ministerio de una forma distinta", precisan desde la Diócesis de Málaga.
Frente a las lecciones de Filosofía y Teología de sus tiempos de estudiantes, en este nuevo "seminario" cada uno de ellos se convierte en maestro de cómo vivir el Evangelio de forma práctica porque cada uno de ellos vive de manera distinta la ancianidad y la enfermedad, "pero lo que más destaca en muchos de ellos es la humildad, la paciencia a la hora de verse limitados. Son personas que han llevado parroquias, que han soportado responsabilidades pastorales muy grandes, en distintas diócesis, y que ahora, al encontrarse más vulnerables, más necesitadas de ayuda, nos dan una lección de humildad. Vemos cómo aceptan lo que les viene y cómo ofrecen a Dios las limitaciones propias de la edad o la pérdida de funcionalidad. También el hecho de que sigan activos prácticamente hasta el final de sus días, prestando atención a los residentes, escuchando confesiones, participando en la Eucaristía diaria, etc., es una forma de continuar viviendo el ministerio de una forma distinta", aseguró el director del Centro Geriátrico.
Para el director de El Buen Samaritano, "los sacerdotes mayores nos enseñan a los que no somos tan mayores cómo enfocar esa etapa de la vida" y recordó cómo el P. Amalio Horrillo, recientemente fallecido, "al final de sus días, cuando el médico le preguntó si aceptaba o no someterse a una intervención quirúrgica complicada que podía llevarlo a la muerte, él contestó que siempre había servido al Evangelio de la vida y que, por tanto, él apostaba por la vida. Le dijo al doctor que, si la operación podía darle más tiempo de vida, correría el riesgo, aunque supusiera un sufrimiento. En estos tiempos, donde hay una ley de eutanasia que desprecia la vida, la respuesta de D. Amalio es un ejemplo que yo creo que nos pueda hacer reflexionar y pensar a muchos de nosotros".