La Capilla de San José en Toledo (España), es la primera capilla de la cristiandad dedicada al Santo Custodio de la Sagrada Familia. En su retablo central se puede apreciar una de las primeras representaciones del padre adoptivo de Jesús, en la que se le muestra joven.
La relación de esta capilla con Santa Teresa de Jesús se origina en la gran devoción que esta santa le tenía a San José, que siempre le concedió lo que le pedía.
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La capilla está ubicada junto al que fue el convento de las Carmelitas Descalzas de San José, en Toledo, quinta fundación de Santa Teresa en España, que años después se trasladó al lugar donde actualmente se encuentra.
Pilar Gordillo, delegada diocesana de Fe y Cultura de la Archidiócesis de Toledo, explica a ACI Prensa que Santa Teresa de Jesús tomó "como especial abogado a San José y siempre le concedió lo que le pedía".
De hecho, 11 de las 17 fundaciones que la santa hizo están dedicadas al padre adoptivo de Jesús.
El convento de las Carmelitas Descalzas de San José de Toledo no fue una excepción y también se dedicó al esposo de la Virgen María.
Cuando "las religiosas carmelitas dejaron este convento y se fueron a otro emplazamiento, la familia Zayas, propietaria del lugar, decidió continuar con la devoción a San José construyendo esta capilla independiente del convento y dedicarla a San José y mantener así esa devoción", explica Gordillo.
El convento de las Carmelitas Descalzas de San José es especial porque en él Santa Teresa de Jesús escribió gran parte de su libro "Las Moradas", "una de las obras más grandes de la mística mundial".
"En este convento la Santa escribió 5 de las 7 moradas", destaca Gordillo.
En torno al 1600 la familia Zayas encargó construir esta capilla. A El Greco, el pintor más famoso de la época, le pidió ornamentar los tres altares y que el principal estuviera dedicado a San José.
Hasta entonces la representación tradicional de San José era la de un hombre anciano, "encorvado', que no tenía nada que ver con el Misterio de la Natividad, que llegaba tarde y con la vela".
"Era una figura secundaria, pero fueron siglos de recuperación de los Padres de la Iglesia, el Concilio de Constanza, el Concilio de Trento, entre otros, que indicaron cómo fue realmente San José", detalla la experta.
"Cuando los teólogos tuvieron asumido el vigor y la fortaleza de San José, San Bernardino de Siena, con su predicación, mostró que fue más grande que la de ningún apóstol. Y posteriormente El Greco pudo presentarlo en el arte de esta forma tan novedosa", asegura Gordillo.
Fue después del Concilio de Trento cuando la Iglesia recomendó a los pintores que no representaran a San José como un anciano.
Por eso Gordillo destacó que "la pintura de San José del altar central de la capilla de San José de Toledo es sin duda una de las primeras representaciones de San José joven de la historia del arte mundial".
Con esta capilla y con la representación del Santo Custodio en el altar central,"el segundo plano que hasta entonces había tenido San José cae por tierra y se alza la figura de un gigante".
Gordillo comenta que "la pintura que el Greco diseña para homenajear a San José es totalmente innovadora y muy valiente porque presenta a un San José, joven, fuerte, apuesto, gallardo, protegiendo al Niño".
El cuadro muestra "un paisaje de Toledo de tormenta, las siluetas de las casas están centelleantes, con esas luces que tanto gustaban al Greco".
Aparece, además, "un gigante con manto azul, envuelto con el manto amarillento que sale hacia nosotros con el báculo con el contraposto y el Niño Jesús vestido de rojo, prefigura de la Pasión que se gira porque hay un peligro delante, porque tiene delante toda su misión. Pero el padre José, lo protege y lo lanza a la misión".
Además Gordillo destaca que la figura de San José es "alargadísima y elegantísima, porque El Grego alargaba las figuras para embellecerlas" y "el rostro dulce de San José que cuida del Niño y que mira de soslayo, está solícito, cuidando del Niño y guiando a la Iglesia con paso firme".
En la parte superior encontramos tres ángeles con una postura de escorzo, bocabajo, que traen coronas de rosas, laurel y azucenas.
"La corona de flores rosas y blancas simbolizan el amor purísimo de San José por el Niño al que tuvo que alimentar, transmitir la fe, salvarlo de Herodes, y el amor el amor purísimo a la Virgen María".
"La vara de azucenas por la castidad de San José, mientras que la corona de laurel se entregaba a los doctores, a los vencedores de la carrera. El laurel es por ser doctor, ¿pero cómo puede ser posible si San José no ha dejado nada escrito?".
"Es doctor porque con su silencio, ajustándose al plan de Dios ha enseñado mucho más que los ríos de tinta de otros doctores de la Iglesia", destaca la delegada de fe y cultura de la Archidiócesis de Toledo.
"El homenaje de El Greco a San José innova en la iconografía y propone una nueva figura de San José desde entonces, mucho más varonil, ya no anciano, sino joven, fuerte y padre", destacó.