Este domingo 6 de junio muchos países celebran la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. El Papa Francisco, durante el rezo del Ángelus desde la Plaza de San Pedro del Vaticano, explicó que esta Solemnidad muestra que "la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores".
El Papa explicó que el Evangelio en este domingo "nos presenta el relato de la Última Cena. Las palabras y los gestos del Señor nos tocan el corazón: toma el pan en sus manos, pronuncia la bendición, lo parte y lo entrega a los discípulos, diciendo: 'Tomen, esto es mi cuerpo'".
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"Es así, con sencillez, que Jesús nos da el mayor sacramento. El suyo es un gesto humilde de donación, de compartir. En la culminación de su vida, no reparte pan en abundancia para alimentar a las multitudes, sino que se parte a sí mismo en la cena de la Pascua con los discípulos".
De este modo, "Jesús nos muestra que el objetivo de la vida es el donarse, que lo más grande es servir. Y hoy encontramos la grandeza de Dios en un trozo de pan, en una fragilidad que desborda de amor y de compartir. Fragilidad es precisamente la palabra que me gustaría subrayar".
El Pontífice destacó que "Jesús se hace frágil como el pan que se rompe y se desmigaja. Pero precisamente ahí radica su fuerza, en su fragilidad. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza: fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido; fuerza del amor que se parte y se divide para alimentar y dar vida; fuerza del amor que se fragmenta para reunirnos todos nosotros en la unidad".
"Y hay otra fuerza que destaca en la fragilidad de la Eucaristía: la fuerza de amar a quien se equivoca. Es en la noche en que fue traicionado que Jesús nos da el Pan de Vida. Nos hace el mayor regalo mientras siente en su corazón el abismo más profundo: el discípulo que come con él, que moja su bocado en el mismo plato, lo está traicionando. Y la traición es el mayor dolor para los que aman. ¿Y qué hace Jesús? Reacciona ante el mal con un bien mayor. Al 'no' de Judas responde con el 'sí' de la misericordia. No castiga al pecador, sino que da su vida por él. Paga por él".
El Papa hizo hincapié en que "cuando recibimos la Eucaristía, Jesús hace lo mismo con nosotros: nos conoce, sabe que somos pecadores y que cometemos muchos errores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra. Él sabe que lo necesitamos, porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores. Por eso nos exhorta: 'Tomen y coman'".
Es decir, "cada vez que recibimos el Pan de Vida, Jesús viene a dar un nuevo sentido a nuestras fragilidades. Nos recuerda que a sus ojos somos más valiosos de lo que pensamos. Nos dice que se complace si compartimos con Él nuestras fragilidades. Nos repite que su misericordia no teme nuestras miserias".
"Y, sobre todo, nos cura con amor de aquellas fragilidades que no podemos curar por nosotros mismos: la de sentir resentimiento hacia quienes nos han hecho daño; la de distanciarnos de los demás y aislarnos en nuestro interior; la de llorar sobre nosotros mismos y quejarnos sin encontrar la paz. Solos no podemos curarlas. Es Él el que nos cura con su presencia, con su pan, con la Eucaristía".
"La Eucaristía", insistió el Papa, "es una medicina eficaz contra estas cerrazones. El Pan de Vida, de hecho, cura las rigideces y las transforma en docilidad. La Eucaristía sana porque nos une a Jesús: nos hace asimilar su manera de vivir, su capacidad de partirse y entregarse a los hermanos, de responder al mal con el bien. Nos da el valor de salir de nosotros mismos y de inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás. Como hace Dios con nosotros".
"Esta es la lógica de la Eucaristía: recibimos a Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en sus fragilidades".
"Y esto durante toda la vida. Hoy, en la liturgia de las horas hemos rezado un himno, cuatro versos que son el resumen de toda la vida de Jesús. Nos dicen que Jesús naciendo se hizo compañero de viaje en la vida. Después, en la cena, se dio como alimento. Luego, en la Cruz, en su muerte, se hizo precio, ha pagado por nosotros. Y ahora, reinando en el cielo, es nuestro premio que nosotros vamos a buscar", concluyó el Papa Francisco.