La Diócesis de Astorga (España) realizó este 28 de mayo varias vigilias simultáneas como preparación para la beatificación de las tres enfermeras católicas, Pilar, Olga y Octavia, que murieron mártires durante la persecución religiosa en la Guerra Civil Española.

La beatificación tendrá lugar en Astorga este 29 de mayo y la fecha memorial de su martirio se conmemorará el 28 de octubre.

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Las vigilias empezaron a las 10:00 p.m. (hora local) y se realizaron en cuatro zonas de la diócesis; en la capilla y claustro del Seminario Diocesano en Astorga, en la Basílica de Nuestra Señora de la Encina en Ponferrada, en la iglesia de San Mauro en el Barco de Valdeorras y en la iglesia parroquial de Villardeciervos.

Desde la Capilla de Astorga, el Obispo de la diócesis, Mons. Jesús Fernández, señaló que Jesús pide a los fieles que carguen con la cruz personal, "una cruz que no es un mero adorno, ni tampoco una cruz ideológica, sino una cruz real".

Una cruz "fabricada con las dificultades del día a día, la superación del pecado, el esfuerzo por afianzarse en la virtud, la incomprensión por parte de la gente, la burla y el menosprecio, incluso la persecución más o menos explícita, y hasta la muerte violenta", indicó.

El Prelado subrayó que solo hay un "camino para vivir en plenitud y ese camino es el amor y la entrega de la propia vida a Dios por el bien de los hermanos" y recordó el testimonio de fe de las enfermeras mártires que negándose a sí mismas, cargaron su cruz y siguieron al Señor.

"Las tres hubieran podido llevar una vida tranquila y acomodada, pero se dejaron interpelar y desestabilizar por Dios y por la causa del reino", señaló.

Mons. Fernández indicó que Pilar, Olga y Octavia "prestaron también atención a la llamada de Dios en los pobres y los heridos, y corrieron raudas en su ayuda".

"Educadas en un ambiente familiar religioso, fueron creciendo poco a poco en su identificación con Jesucristo, de forma paralela crecieron también en el espíritu de servicio y entrega a los demás, llegando a su culmen con la preparación y el posterior voluntariado sanitario en el Hospital de Sangre de Somiedo en Asturias", resaltó.

Además, indicó que frente a la "inminente reconquista del lugar por parte de las tropas republicanas", ellas se rehusaron a huir para seguir atendiendo a los heridos, y a pesar de que pudieron renegar de su fe, "permanecieron fieles a Jesucristo hasta el final".

"Pudieron defenderse, pero no usaron violencia de ningún tipo, sino que murieron perdonando y pronunciando vivas al rey de reyes", subrayó. "En un contexto de acoso y persecución religiosa, se identificaron con la pasión del Señor", agregó.

Mons. Fernández indicó que el testimonio de las futuras beatas cuestiona a los fieles sobre "el lugar que ocupa Dios a la hora de tomar cualquier decisión relevante en vuestra vida", sobre las dificultades que enfrentan por el "testimonio creyente" y sobre "el compromiso que os pide Dios y os reclama la Iglesia".

"Que la gracia de Dios, el magisterio de Jesucristo y el ejemplo estimulante de las mártires, os ayuden en el discernimiento, la renuncia y el seguimiento del Señor hasta la cruz salvadora", concluyó.

Breve biografía

La Declaración del Martirio para la Beatificación de las Siervas de Dios María Pilar Gullón, Octavia Iglesias y Olga Pérez-Monteserín, mártires laicas de Astorga, fue promulgada por el Papa Francisco el 11 de junio de 2019.

La Sierva de Dios María Pilar Gullón Yturriaga nació en Madrid el 29 de mayo de 1911, en el seno de una familia muy religiosa. El 28 de junio fue bautizada en la parroquia de San Ginés; hizo la Primera Comunión en el colegio Blanca de Castilla, en Madrid. Primogénita de cuatro hermanos, era soltera y se dedicó al cuidado de sus padres, en particular del padre que estaba enfermo. La experiencia de fe, vivida en su casa, favoreció su vida espiritual y su compromiso en la Iglesia. El 16 de julio de 1936 la familia se trasladó a Astorga, de donde era oriunda, y donde gozaba de prestigio y de respeto moral.

La Sierva de Dios Octavia Iglesias Blanco era prima segunda de María Pilar, nació el 30 de noviembre de 1894 en Astorga (León) y fue bautizada el 9 de diciembre en la parroquia de San Julián. También ella creció en una familia caracterizada por una profunda religiosidad, que cuidó el empeño en las virtudes y en las obras apostólicas, entre ellas la fundación del convento de las MM. Redentoristas de Astorga, donde se consagró religiosa una hermana suya. La Sierva de Dios se ocupaba de cuidar, primero, a su padre anciano y enfermo, y luego a su madre viuda; pertenecía a la Acción Católica y a las asociaciones de las Hijas de María y del Sagrado Corazón.

La Sierva de Dios Olga Pérez-Monteserín Núñez nació en París el 16 de marzo de 1913 de padres de origen español, que regresaron a Astorga en 1920. Olga, segunda de tres hermanos, recibió el bautismo el 5 de julio en la parroquia de San Francisco Javier, en París. Soltera, se dedicaba a la vida de familia y a los trabajos artísticos, en particular al arte de la pintura, gracias al don heredado del padre, pintor leonés con mucha fama.

Martirio

En medio de un ambiente antirreligioso muy duro, el 8 de octubre de 1936 las siervas de Dios llegaron al hospital de Puerto de Somiedo (Pola de Somiedo-Asturias), y una vez terminados los ocho días de servicio, quisieron continuarlo, teniendo en cuenta la emergencia de la situación.

Al amanecer del martes 27 comienzan a recrudecerse los ataques en el frente, en el que se ve afectado el pequeño hospital. Aun teniendo la posibilidad de huir, Pilar, Octavia y Olga renunciaron a intentar la huida y decidieron no abandonar a los heridos, sino continuar asistiéndolos, poniendo en peligro la propia vida; sin embargo, los heridos fueron fusilados y el personal sanitario fue apresado.

Las tres enfermeras fueron conducidas después de una larga marcha, a Pola de Somiedo junto con otros prisioneros, entre ellos el comandante, el capellán y el médico, que fueron asesinados.

A pesar de que la tres pertenecían a la Cruz Roja, fueron entregadas al comité local de guerra, y luego a los milicianos que, durante toda la noche sometieron a las siervas de Dios a vejaciones y abusos, pretendiendo que renegaran de la fe a cambio de obtener la libertad, pero su claro rechazo recrudecía la violencia por parte de los milicianos para con ellas.

Las tres siervas de Dios soportaron humillaciones y torturas con fortaleza sobrenatural y se prepararon a la muerte con espíritu de fe y rezando.

Tres milicianas las desnudaron, las llevaron a un prado y al mediodía del día 28 de octubre de 1936 fueron fusiladas, mientras aclamaban a Cristo Rey. Las milicianas después de matarlas se repartieron las ropas de las tres enfermeras.

Sus cuerpos fueron tratados de modo ignominioso y abandonados hasta la noche cuando los sepultaron en una fosa común, excavada por algunos hombres del pueblo obligados por los milicianos.

La fama del martirio de las siervas de Dios se difundió enseguida en la comunidad eclesial, de modo tal que el 30 de enero de 1938 sus restos fueron acogidos en la Catedral de Astorga, centro de la vida diocesana. El 28 de junio de 1948, a petición de la Asamblea Nacional de la Cruz Roja, fueron trasladados a un nuevo mausoleo en la capilla de San Juan Bautista en la Catedral.