Al recibir a los obispos de Besançon junto con el Arzobispo y Obispo Auxiliar de Estrasburgo, el Papa Juan Pablo II resaltó la necesidad de trabajar firmemente por la integración europea, que sólo se logrará rescatando “los valores antropológicos morales y espirituales cristianos” de Europa.
El Pontífice subrayó que no han sido los intereses políticos o económicos, ni las alianzas de conveniencia, los que han forjado los lazos entre los pueblos, sino que los cimientos de una Europa unificada son los valores comunes de todos.
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“De ahí nacerá una Europa cuya identidad repose en una comunidad de valores, una Europa de la fraternidad y la solidaridad” que busca “ la promoción del ser humano, el respeto de los derechos inalienables y del bien común”, añadió el Papa.
Asimismo, Juan Pablo II se refirió también a “la presencia de la Iglesia a lo largo de los siglos en los diferentes países del continente mediante su participación en la unidad entre los pueblos y las culturas y en la vida social, sobre todo en los sectores de la educación, la beneficencia, la sanidad y la asistencia social”.
El Santo Padre agradeció a los obispos y fieles franceses por su “valiente compromiso en la proclamación del Evangelio” y recordó especialmente al Arzobispo Michael Courtney, Nuncio Apostólico en Burundi, asesinado el pasado mes de diciembre, quien sirviera como observador permanente de la Santa Sede ante el Consejo de Europa en Estrasburgo.
“Fue un artífice convencido de la cooperación de los estados del continente europeo”, afirmó el Papa y agregó que “hoy invito a las iglesias locales a comprometerse siempre firmemente en favor de la integración europea. Para llegar a ese resultado es necesario releer la historia y recordar que a lo largo de los siglos los valores antropológicos morales y espirituales cristianos han contribuido en gran manera a modelar las diversas naciones europeas y a tejer sus profundos lazos. No se puede llegar a la unión en detrimento de estos valores ni en oposición a ellos”.
Por otro lado, resaltó el tema de la “formación integral de los jóvenes, sobre todo de los que mañana serán los responsables de la nación. La Iglesia quiere iluminarlos con el Evangelio y el Magisterio. En este contexto las universidades católicas tienen una misión específica para ayudar a los jóvenes a analizar situaciones particulares y a tratar de situar siempre al ser humano en el centro de sus decisiones”.
Refiriéndose al papel de los cristianos en la vida social en todos sus aspectos, el Santo Padre afirmó que “en la vida política, en la economía, en el trabajo y en la familia, es tarea de los fieles hacer que Cristo esté siempre presente y que resplandezcan los valores del Evangelio”.
“La participación de los cristianos en la vida pública, la presencia visible de la Iglesia Católica y de otras religiones no está en contradicción con el principio de laicidad ni con las prerrogativas del Estado. Una laicidad bien entendida no debe confundirse con el laicismo: no puede borrar las creencias personales ni comunitarias. La religión no puede arrinconarse a la esfera privada”, explicó el Papa.
El Santo Padre recalcó también la importancia del conocimiento de la propia religión y de las tradiciones de otras religiones, recordando la fuerte presencia de musulmanes en Francia “con quienes intentáis mantener buenas relaciones y promover el diálogo interreligioso que es, como dije antes, un diálogo de vida. Un diálogo así debería reavivar también en los cristianos la conciencia de su fe y de su pertenencia a la Iglesia”.
intensificar las relaciones con las autoridades civiles