El Vicario General de la Arquidiócesis de Mosul de los Sirios, P. Ammar Yako, tuvo que dejar la ciudad de Bartella ante la llegada del terrorista Estado Islámico en 2014, pero aseguró que Dios nunca los abandonó durante los años que vivieron como prófugos, sin alojamiento ni comida.
Este 7 de marzo, durante el tercer día del viaje apostólico del Papa Francisco a Irak, el P. Yako compartió su testimonio como uno de los cristianos que tuvieron que huir del avance del Estado Islámico (ISIS) en el norte de Irak.
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"Me llamo Don Ammar, me ordené sacerdote el 29 de junio de 2001, día en que pedí al Señor que me ayudara a vivir sus palabras del Salmo 15: "No por nosotros, Señor, sino para dar gloria a tu nombre", para que fuesen la guía de mi servicio sacerdotal", indicó.
El sacerdote recordó que su camino no ha sido fácil, pues "solo dos años más tarde entramos en una serie de conflictos", tras la caída de Sadam Hussein, como "los ataques terroristas y los conflictos internos que continúan hasta hoy".
"El Señor siempre ha sido mi fuerza y me ha ayudado a vivir la palabra de mi ordenación sacerdotal con mucha alegría en los últimos veinte años, pero no para gloria mía, si no para la gloria de Su nombre Santo", agregó.
El P. Yako dijo que Dios lo salvó de la muerte en dos ocasiones, cuando "acudía a celebrar Misa a Zakho, fuera de Mosul, a pocos metros de la explosión de un coche bomba" y cuando "me encontré en medio de un intercambio de disparos".
Dijo que otro momento que marcó su vida sacerdotal fue "la noche del éxodo en 2014, noche en la que los terroristas del ISIS se acercaron a la ciudad en la que servía, Bartella", unos 21 kilómetros al este de Mosul.
"En mi corazón tenía una fuerza, el Señor me ha llevado a ayudar a quien dejaba la ciudad y a quedarme hasta pocas horas antes del ingreso de los terroristas. El Señor me salvó y conseguimos escapar", indicó.
El P. Yako agregó que desde ese momento han "afrontado una prueba dificilísima y durísima: vivir dispersos en calles, plazas y parques públicos sin alojamiento ni comida".
"Ahora no hay tiempo suficiente para expresar y explicar todo lo que hemos vivido en tres años como refugiados. Pero debo decir que con la fuerza de Dios, en nuestro servicio sacerdotal, 'juntos somos sacerdotes', hemos podido ayudar a las familias, estar con ellas, distribuir comida, ropa y otras ayudas", señaló.
El sacerdote resaltó que esos tres años de vivir como prófugos no fueron "años malditos", sino "son años de bendición por parte del Señor".
"El Señor nos mostró su Gloria tras la liberación de nuestras ciudades y aldeas, todo quedó completamente destruido: iglesias, miles de casas quemadas y todo saqueado y destruido, todos sin servicios esenciales. Pero el Señor no nos abandonó, más bien fue un milagro regresar a la vida en esta ciudad; y aquí estamos hoy en nuestra querida ciudad de Baghdede (Qaraqosh)", añadió.
El P. Yako expresó su alegría por la presencia del Papa Francisco y le agradeció "por estar con nosotros para mostrar hoy la Gloria de nuestro Señor en la Iglesia y en todo el mundo".
El sacerdote es supervisor de las obras de restauración de la Catedral de la Inmaculada Concepción, también conocida como Catedral de Al-Tahira, donde se realizó el encuentro con el Papa Francisco. La iglesia fue profanada y su interior fue carbonizado después de que el Estado Islámico la incendiara tras tomar el control de la ciudad.
Durante la ceremonia, también se contó con el testimonio de Doha Sabah Abdallah, una mujer cristiana que perdió a su hijo y su sobrino durante el asedio terrorista contra Qaraqosh.
El 7 de agosto de 2014, luego de capturar Mosul, el movimiento extremista musulmán del Estado Islámico (ISIS), tomó Qaraqosh, destruyendo casas, iglesias, la biblioteca y otros puntos importantes de la ciudad.
Decenas de miles de familias tuvieron que abandonar sus hogares y huir hacia Erbil, la capital del Kurdistán iraquí. Durante el ataque, los yihadistas obligaron a los cristianos y otras minorías a convertirse al islam, pagar el jizya (impuesto a los no musulmanes) o morir.
En octubre de 2016, luego de arduos combates, las fuerzas iraquíes, apoyadas por los kurdos y la coalición internacional liderada por Estados Unidos, recuperaron estos territorios y poco a poco se ha trabajado en la reconstrucción. Algunos cristianos han vuelto.