Los obispos de Irlanda y defensores de los derechos humanos denunciaron y expresaron preocupación por la presentación de un proyecto de ley que legalizaría la eutanasia voluntaria y el suicidio asistido.
El proyecto de ley "Dying with Dignity 2020" ha recibido la oposición de la Comisión Irlandesa de Derechos Humanos e Igualdad (IHREC), así como del Consejo para la Vida y el Grupo Consultivo sobre Bioética de la Conferencia Episcopal de Irlanda (CBI).
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Dicho proyecto se introdujo en septiembre de 2020 y ha recibido el apoyo de grupos partidarios como Sinn Féin, los socialdemócratas y el Partido Laborista.
En enero del presente año, la IHREC advirtió que la legislación carecía de salvaguardias serias que podrían dar lugar a abusos, por ejemplo, contra las personas discapacitadas. La comisión también solicitó un proyecto de ley adicional para consagrar los derechos a los cuidados paliativos en la ley.
La Comisionada en Jefe de Derechos Humanos e Igualdad de Irlanda, Sinéad Gibney, dijo que el tipo de prácticas que busca aprobar afectan el derecho a la vida y la protección de grupos vulnerables, incluidos ancianos, enfermos terminales y discapacitados.
"Estos son temas fundamentales de derechos humanos e igualdad y, como tal, el desarrollo de este proyecto de ley debe ser analizado a la luz de los estándares relevantes de derechos humanos e igualdad en estos asuntos y otros relacionados", dijo.
Los obispos también expresaron su oposición al proyecto de ley. En una presentación del 26 de enero al Comité de Justicia de Oireachtas, advirtieron que normalizaría el suicidio y socavaría "las protecciones contra el asesinato no consensuado de clases de personas particularmente vulnerables".
"El suicidio asistido refleja una falta de compasión por parte de la sociedad. Es un fracaso en responder al desafío de cuidar a los pacientes terminales mientras se acercan al final de sus vidas", dijeron los obispos.
"Si bien los cuidados paliativos ya brindan asistencia a los que están muriendo, este proyecto de ley prevé el respaldo médico y la facilitación del suicidio. Los legisladores deben reconocer honestamente la diferencia y llamar a las cosas por su nombre propio", aclararon.
También señalaron que el proyecto de ley no reconoce la realidad de que muchos pacientes que quieren acceder a la eutanasia probablemente ya padecen enfermedades mentales, como depresión y ansiedad. El deseo de una muerte asistida por un médico proviene del miedo, y esos temores deben abordarse, dijeron.
"Nos parece insatisfactorio, por tanto, que el proyecto de ley, en el apartado 8, dé más peso a la irreversibilidad de la enfermedad que a los tratamientos que, aunque sea temporalmente, alivien los síntomas", dijeron.
"La depresión, la ansiedad y la ambivalencia sobre la muerte caracterizan tanto a los pacientes médicos que intentan suicidarse como a los que solicitan el suicidio asistido. Cuando se abordan las fuentes físicas y psicológicas de la desesperación que subyace a las solicitudes de suicidio asistido, el deseo de muerte disminuye y los pacientes suelen estar agradecidos por el tiempo que les queda", añadieron.
Los obispos también advirtieron que el lenguaje del proyecto de ley es fuertemente utilitario y trata la dignidad humana como algo que se puede perder en el sufrimiento.
"Cualquiera sea nuestro pronóstico y por muy limitada que sea nuestra capacidad, nuestro valor como personas se basa en quiénes somos más que en nuestra esperanza de vida o nuestra capacidad para alcanzar ciertos estándares de rendimiento físico o mental", dijeron.
"El Papa Francisco recuerda que 'el contexto sociocultural actual está erosionando gradualmente la conciencia de lo que hace que la vida humana sea preciosa. De hecho, se valora cada vez más en base a su eficiencia y utilidad, hasta el punto de considerar como 'vidas descartadas' o 'vidas indignas' a quienes no cumplen con este criterio'", concluyeron los obispos.
Traducido y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en CNA.