La crisis que atraviesa la sociedad, “porque tiene al hombre por sujeto, es también un tema teológico”, afirmó el Arzobispo de Santa Fe, Mons. José María Arancedo en un mensaje con ocasión de la Cuaresma.
“Hay una debilidad social que tiene su raíz en el corazón no convertido del hombre”, señaló el Arzobispo puntualizando que “no es posible un mundo nuevo, sin hombres nuevos”, a la vez que recordó que la “Cuaresma es el tiempo de preparar esta novedad de la obra de Dios realizada por Jesucristo, que busca y necesita, sin embargo, de la libertad y de la decisión de cada uno de nosotros”.
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Más adelante, Mons. Arancedo aseguró que “padecemos los efectos de una sociedad cínica, que aunque no niega e incluso predica los valores de la fraternidad y la igualdad, se acostumbra, sin embargo, a vivir con índices de pobreza que delatan la inequidad en la distribución de la riqueza y que se hace escándalo en la creciente brecha entre ricos y pobres”.
El prelado santafesino apuntó que “la mayor pobreza de una sociedad es cuando el hombre ha silenciado la voz y la exigencia moral de su conciencia” alimentada por la verdad, la belleza y el bien.
“La conciencia –señaló el Arzobispo-, como obra de Dios que busca el bien de sus hijos, se convierte para el hombre en la fuerza que lo sostiene y lo orienta en su obrar. Pero necesita alimentarse a la luz de los valores de la verdad y de la vida, de la belleza y el bien, de la justicia y la solidaridad, como también a través del testimonio y de la ejemplaridad, que es una cátedra silenciosa y de un valor único e irremplazable en la vida moral de la sociedad”.
Para el Arzobispo, si bien puede hablarse de “un pluralismo ideológico de opiniones siempre necesario”, no se puede concluir “en un pluralismo moral respecto a los temas centrales de la verdad y de la vida, como a los derechos y obligaciones que hacen a la dignidad del hombre y a su convivencia social”.
Por otro lado, Mons. Arancedo advirtió sobre la existencia de “un voluntarismo simplista y un mesianismo engañoso, que nos puede tentar como solución. Debemos volver nuestra mirada al hombre, hoy huérfano y utilizado; debilitado tanto en la dignidad de su persona como en su derecho al trabajo, sea por la demagogia o la dádiva; también cuando se lo trata como objeto pasivo de una sociedad de consumo que lo empobrece en su cultura y en su espíritu crítico y, por lo mismo, mantiene cautiva su libertad”.
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