Este miércoles 27 de enero el mundo recuerda a las víctimas de la Shoah, el genocidio perpetrado por los nazis contra los judíos, y a las demás víctimas de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.

El Papa Francisco se sumó a este Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, proclamado por la Asamblea General de la ONU para conmemorar la liberación en 1945 del Campo de Concentración de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, con un mensaje pronunciado al finalizar la Audiencia General en el Vaticano.

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"Hoy, aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, se celebra la Jornada de la Memoria. Conmemoramos a las víctimas de la Shoah, y a todas las personas perseguidas y deportadas por el régimen nazi. Recordar es una expresión de humanidad. Recordar es signo de civilización. Recordar es condición para un futuro mejor de paz y fraternidad", fueron las palabras del Pontífice.

El Santo Padre señaló que "recordar también es estar atentos, porque estas cosas pueden suceder de nuevo. Comienzan con propuestas ideológicas que quieren salvar un pueblo y terminan destruyendo al pueblo y a la humanidad. Estad atentos a como comenzó este camino de muerte, de exterminio, de brutalidad".

 

 

 

Según se explica en el sitio web del memorial de Auschwitz, 1 millón 300 mil personas fueron deportadas a este campo de concentración por parte del régimen nazi. De ellas 900.000 personas fueron asesinadas en cámaras de gas e incineradas en los hornos crematorios nada más ingresar en el campo.

Aquellos que no eran asesinados nada más llegar, eran sometidos a un régimen de esclavitud y trabajos forzados. El 50% de ellos murió de hambre, enfermedades o asesinatos.

L campo de concentración de Auschwitz se encuentra a unos 70 kilómetros de Cracovia y se divide en dos instalaciones, Auschwitz I y Auschwitz-Birkenau.

Auschwitz I se construyó en 1940 como centro de detención de prisioneros de guerra polacos ante la saturación de las cárceles. Tras los prisioneros de guerra, llegaron otros prisioneros: prisioneros políticos, de conciencia, homosexuales, y miembros de minorías étnicas y religiosas, principalmente gitanos y judíos.

El campo de Auschwitz-Birkenau se construyó en 1941 a 3 kilómetros de Auschwitz I y estaba especialmente diseñado para el exterminio masivo de los prisioneros. Sus cámaras de gas y hornos crematorios tenían capacidad para asesinar a 2.500 prisioneros de forma simultánea.

Poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas llegaron a Auschwitz en 1945. Ante la inminente entrada de los soviéticos, los nazis evacuaron los campos de concentración en las conocidas como "marchas de la muerte" en las que murieron muchos prisioneros.

Finalmente, los soviéticos entraron en Auschwitz el 27 de enero de 1945. El campo estaba ya prácticamente vacío, y los prisioneros que lograron esconderse para evitar la evacuación, fueron liberados.

Según los historiadores, la maquinaria de exterminio nazi acabó con la vida de unos seis millones de judíos. Durante los años que duró la Segunda Guerra Mundial también murieron en los campos de concentración fieles católicos, sacerdotes y creyentes de otras religiones.

Uno de los prisioneros más conocidos del campo de concentración de Auschwitz fue San Maximiliano Kolbe, sacerdote miembro de la orden de los frailes menores conventuales que murió mártir al ofrecer su vida a cambio de la de un padre de familia condenado a muerte.