El Papa Francisco alentó en el segundo Domingo de la Palabra de Dios a pedir al Señor "la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia".
Así lo indicó el Santo Padre este 24 de enero en la homilía que preparó para la Misa del Domingo de la Palabra de Dios, texto que fue leído por el presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización, Mons. Rino Fisichella, debido a que el Papa no pudo celebrar la Eucaristía por fuertes dolores causados por una "recurrencia de la ciática".
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Durante la Misa, celebrada en el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, se realizó el rito de la "entronización de la Palabra" después de la lectura del Evangelio y entre los lectores estuvo también una mujer invidente que leyó el texto en braille.
En la homilía, el Papa escribió que el hilo conductor del mensaje de Jesús fue que "Dios está cerca" y destacó que "su Reino ha bajado a la tierra. Dios no está -como muchas veces estamos tentados de pensar- allá arriba en los cielos, lejos, separado de la condición humana, sino que está con nosotros. El tiempo del distanciamiento terminó cuando en Jesús Dios se hizo hombre. Desde entonces, Dios está muy cerca; nunca se separará ni se cansará jamás de nuestra humanidad".
En esta línea, el Papa explicó que, así como el núcleo del anuncio de Jesús es que "Dios está cerca", debe ser también "la constante de la vida y del anuncio cristiano" y añadió que "antes de nada, se necesita creer y anunciar que Dios se ha acercado a nosotros, que hemos sido agraciados, 'misericordiados'. Antes de cualquier palabra nuestra sobre Dios está su Palabra para nosotros, que continúa diciéndonos: 'No temas, estoy contigo. Estoy y estaré cerca de ti'".
"La Palabra de Dios nos permite constatar esta cercanía, porque -dice el Deuteronomio- no está lejos de nosotros, sino que está cerca de nuestro corazón. Es antídoto contra el miedo de quedarnos solos ante la vida. De hecho, el Señor a través de su Palabra con-suela, es decir: está con quien está solo. Hablándonos, nos recuerda que estamos en su corazón, somos hermosos para sus ojos, estamos custodiados en las palmas de sus manos", advirtió el Papa.
Asimismo, el Santo Padre recordó que la Palabra de Dios "es una Palabra de consolación, pero también de conversión" ya que con su cercanía "terminó el tiempo en el que se toman las distancias de Dios y de los otros, terminó el tiempo en el que cada uno piensa sólo en sí mismo y sigue adelante por su cuenta" y agregó "esto no es cristiano, porque quien experimenta la cercanía de Dios no puede distanciarse del prójimo, no puede alejarlo con indiferencia".
En este sentido, el Papa subrayó que "quien es asiduo a la Palabra de Dios recibe saludables cambios existenciales: descubre que la vida no es el tiempo para esconderse de los otros y protegerse a sí mismo, sino la ocasión para ir al encuentro de los demás en el nombre del Dios cercano".
Además, el Santo Padre destacó que la Palabra de Dios tiene una "fuerza universal" que "alcanza a todos y a cada ámbito de la vida" por lo que "todos pueden recibir" la Palabra de Dios "y encontrarlo personalmente" y destacó que "Jesús hablaba de Dios en el corazón de la sociedad, a todos, allí donde estuvieran. Y no hablaba en los horarios y tiempos establecidos. Hablaba mientras caminaba por la orilla del lago a los pescadores que echaban las redes. Se dirigía a las personas en los lugares y tiempos más ordinarios".
"Así hace el Señor con nosotros, nos busca donde estamos, nos ama como somos y con paciencia acompaña nuestros pasos. Como a aquellos pescadores, nos espera en la orilla de la vida. Con su Palabra quiere hacernos cambiar de rumbo, para que dejemos de ir tirando y vayamos mar adentro en pos de Él", añadió el Papa.
De este modo, el Santo Padre invitó "no renunciemos a la Palabra de Dios. Es la carta de amor escrita para nosotros por Aquel que nos conoce como nadie más. Leyéndola, sentimos nuevamente su voz, vislumbramos su rostro, recibimos su Espíritu. La Palabra nos acerca a Dios; no la tengamos lejos".
Por último, el Papa pidió nuevamente "llevémosla siempre con nosotros, en el bolsillo, en el teléfono; démosle un sitio digno en nuestras casas. Pongamos el Evangelio en un lugar donde nos recordemos abrirlo cada día, si es posible al inicio y al final de la jornada, de modo que entre tantas palabras que llegan a nuestros oídos llegue al corazón algún versículo de la Palabra de Dios".
"Para poder hacer esto, pidamos al Señor la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia; de desconectar el móvil y abrir el Evangelio. En este Año litúrgico leemos el Evangelio de Marcos, el más sencillo y breve. ¿Por qué no leerlo incluso a solas, aunque sea un pequeño pasaje cada día? Nos hará sentir la cercanía del Señor y nos infundirá valor en el camino de la vida", concluyó el Papa en su homilía.
Al finalizar la Misa, Mons. Rino Fisichella en representación del Santo Padre entregó la Biblia a diferentes personas, entre ellas, un deportista con su familia, una estudiante del Istituto Bíblico, a dos catequistas, a dos jóvenes que recibieron la Confirmación recientemente, a un seminarista de Sudan del Sur que se prepara para el ministerio del lectorado, a un médico especialista en enfermedades infecciosas y a una persona ciega, quien recibió el Evangelio de Marcos en braille.