En un artículo difundido por la organización no gubernamental Pro Vida, el autor Adolfo Castañeda consideró la perspectiva de género como “una de las armas ideológicas más peligrosas para destruir la vida y la familia, y por ende, la sociedad”.
Se trata –explicó Castañeda– de un concepto muy en boga en los ámbitos del feminismo antivida, según el cual “las diferencias entre hombres y mujeres responden a una estructura cultural, social y psicológica y no a condiciones biológicas”.
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De esta forma, “la sociedad inventa las diferencias entre los sexos, éstas no tienen un origen natural. Como resultado, la perspectiva de género niega que, biológicamente hablando, los seres humanos se distingan simplemente en dos sexos: masculino y femenino, y afirma que son más las combinaciones que resultan de las áreas fisiológicas del ‘sexo biológico’, es decir, de los órganos sexuales internos y externos”, agregó el autor.
El artículo advierte la existencia de “intersexos, cuyo punto medio es el hermafroditismo. De ahí que considere la heterosexualidad y la procreación, no como la sexualidad natural, sino como ‘otra construcción social biologizada’”; y añade que “las consecuencias de esta forma de pensar son aterradoramente funestas”.
“La perspectiva de género llega a una concepción tan amorfa de la persona humana, que da pie a todo tipo de comportamiento, por perverso que sea. El cuerpo y la naturaleza humana, en sus expresiones de feminidad y masculinidad, pierden toda su relevancia moral, para convertirse en puro instrumento al servicio del placer egoísta”, explicó el autor.
“Pero –agrega Castañeda– no se trata solamente de una justificación ideológica del hedonismo, es decir, del lesbianismo, el homosexualismo, la anticoncepción, el aborto, etc., sino de todo un programa para ‘reconstruir’ la sociedad, imponiéndole una nueva forma de ver y vivir la sexualidad”.
El concepto de familia “es vaciado de su contenido tradicional para dar pie a ‘uniones’ de homosexuales y lesbianas, con los mismos derechos que las familias normales”, afirmó Castañeda y resaltó que ello se percibe en la inclusión del término “orientación sexual” por parte del Comité Latinoamericano para la Defensa de los Derechos de la Mujer (CLADEM), en el artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Con ese agregado –continuó–, dicho artículo dice: “Cada persona está investida de todos los derechos y libertades establecidos en esta Declaración sin distinción de ninguna clase, en razón de raza, color, sexo, espiritualidad, orientación sexual, edad, idioma, religión, cultura, opción política o de otra índole, origen nacional o social, condición económica, nacimiento u otro status”.
En el caso de “falsos ‘derechos’, como lo son varios de los que propone CLADEM, la afirmación se convierte en la tutela de la perversión, no sólo ante el Estado, sino también ante instituciones como las iglesias u otras asociaciones, las cuales caerían bajo la categoría de ‘grupo’. Ni las iglesias ni nadie podría expresar su oposición, por ejemplo, al ‘derecho de orientación sexual’, a los ‘derechos reproductivos’ o a la ‘interrupción voluntaria del embarazo’, que no significan otra cosa que homosexualismo, anticoncepción, esterilización y aborto”, concluyó el artículo.