En la Misa de la Solemnidad de la Epifanía de este 6 de enero de 2021, el Papa Francisco rezó para que "el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad" y, para ello, ofreció tres consejos para adorar mejor al Señor.
El Santo Padre presidió la Eucaristía en el altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro con la asistencia de pocos fieles debido a las medidas sanitarias cautelares provocadas por el COVID-19.
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Como es tradición, al inicio de la celebración el Pontífice se detuvo en silencio orante ante la imagen del Niño Jesús y después de la proclamación del Evangelio por parte de un diácono, un cantante de la capilla sixtina cantó el anuncio de la próxima Pascua que será el 4 de abril de 2021.
Durante su homilía, el Papa Francisco reflexionó en la narración del pasaje del Evangelio de San Mateo que relata el momento en que "los magos, cuando llegaron a Belén, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron".
En esta línea, el Santo Padre reconoció que "adorar al Señor no es fácil, no es un hecho inmediato: exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo" y añadió que "el ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo" porque "si no adora a Dios adorará a los ídolos, no hay un punto intermedio, o Dios o los ídolos, para usar las palabras de un autor francés: 'quien no adora a Dios, adora al diablo' y en vez de creyente se volverá idólatra. Y esto es así".
De este modo, el Papa subrayó la necesidad de dedicar "más tiempo a la adoración, aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor" ya que "se ha pedido un poco el sentido de la adoración, debemos retomarlo, sea comunitariamente que en la propia vida espiritual".
Tres consejos para adorar mejor
Para ello, el Santo Padre sugirió colocarse "en la escuela de los magos, para aprender de ellos algunas enseñanzas útiles: como ellos, queremos ponernos de rodillas y adorar al Señor en serio" y aconsejó tres actitudes: "levantar la vista", "ponerse en camino" y "ver".
En primer lugar, el Papa explicó que levantar la vista "es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a salir de las limitaciones de una perspectiva estrecha, a liberarse de la dictadura del propio yo, siempre inclinado a replegarse sobre sí mismo y sus propias preocupaciones".
"Para adorar al Señor es necesario ante todo 'levantar la vista', es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. Se trata más bien de mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos", afirmó.
En este sentido, el Santo Padre señaló que "esta mirada que, a pesar de las vicisitudes de la vida, permanece confiada en el Señor, genera la gratitud filial. Cuando esto sucede, el corazón se abre a la adoración" y agregó que "por el contrario, cuando fijamos la atención exclusivamente en los problemas, rechazando alzar los ojos a Dios, el miedo invade el corazón y lo desorienta, dando lugar a la rabia, al desconcierto, a la angustia y a la depresión".
Además, el Papa invitó "levanta la vista en torno, mira: el Señor nos invita sobre todo a confiar en Él, porque cuida realmente de todos" y añadió que "si alzamos la mirada hacia el Señor, y contemplamos la realidad a su luz, descubriremos que Él no nos abandona jamás: 'el Verbo se hizo carne' y permanece siempre con nosotros, todos los días, siempre".
"Cuando elevamos los ojos a Dios, los problemas de la vida no desaparecen, pero sentimos que el Señor nos da la fuerza necesaria para afrontarlos. 'Levantar la vista', entonces, es el primer paso que nos dispone a la adoración. Se trata de la adoración del discípulo que ha descubierto en Dios una alegría nueva, distinta", dijo.
Sin embargo, el Pontífice advirtió que la mirada del mundo "se basa en la posesión de bienes, en el éxito y en otras cosas por el estilo. Siempre yo al centro. La alegría del discípulo de Cristo, en cambio, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, cuyas promesas nunca fallan, a pesar de las situaciones de crisis en las que podamos encontrarnos. Y es ahí, entonces, que la gratitud filial y la alegría suscitan el anhelo de adorar al Señor, que es fiel y nunca nos deja solos".
En segundo lugar, el Papa aconsejó "ponerse en camino" ya que "antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos tuvieron que hacer un largo viaje" porque "no se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior que nos da el ponernos en camino".
"Llegamos a ser adoradores del Señor mediante un camino gradual. La experiencia nos enseña, por ejemplo, que una persona con cincuenta años vive la adoración con un espíritu distinto respecto a cuando tenía treinta. Quien se deja modelar por la gracia, normalmente, con el pasar del tiempo, mejora. El hombre exterior se va desmoronando -dice san Pablo-, mientras el hombre interior se renueva día a día, preparándose para adorar al Señor cada vez mejor".
Desde este punto de vista, el Santo Padre dijo que "los fracasos, las crisis y los errores pueden ser experiencias instructivas" porque "con el paso del tiempo, las pruebas y las fatigas de la vida -vividas en la fe- contribuyen a purificar el corazón, a hacerlo más humilde y por tanto más dispuesto a abrirse a Dios".
Para ello, el Papa recomendó "dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje" y alentó a "no permitir que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento" sino a reconoerlos "con humildad" para avanzar hacia el Señor Jesús.
"La vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama. Nosotros no debemos mostrar en cada paso de la vida la tarjeta de las virtudes que tenemos. Con humildad debemos dirigirnos hacia el Señor. Mirando al Señor, encontraremos la fuerza para seguir adelante con alegría renovada", afirmó.
Por último, el tercer consejo del Papa es "ver" más allá de la apariencia como los magos que "arrodillándose ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era sobre todo interior: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento de sus corazones".
"Para adorar al Señor es necesario 'ver' más allá del velo de lo visible, que frecuentemente se revela engañoso. Herodes y los notables de Jerusalén representan la mundanidad, perennemente esclava de la apariencia, ven y no saben ver, no digo ven y no creen, es demasiado, no, no saben ver, porque su capacidad es exclava de la apariencia, están en busca de entretenimiento".
De este modo, el Santo Padre exhortó a mirar "con objetividad la realidad de las cosas, llegando finalmente a la comprensión de que Dios se aparta de cualquier ostentación" porque "el Señor está en la humildad".
"Este modo de 'ver' que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz, busca el Señor".
Finalmente, el Papa Francisco rezó para que "el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad" e invitó a "pedir la gracia para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia de aprender a adorar, de continuar a adorar, la oración de adoración, porque solo Dios es adorado".