El Hijo de Dios "vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil", expresó el Papa Francisco en la Misa de Nochebuena que celebró este 24 de diciembre, en la que también recordó que para el Padre todos "somos hijos amados".
El Pontífice celebró la Eucaristía desde el Altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro. Debido a las medidas sanitarias para evitar los contagios de coronavirus, solo participaron cien personas, manteniendo el distanciamiento social. En la Misa también concelebraron los cardenales.
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Otra de las medidas tomadas fue que en esta ocasión no se realizó la procesión de ofrendas y se pasó de frente a la presentación de los dones.
El Papa inició su homilía reflexionando sobre "la gran profecía de Isaías: 'Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado'".
Francisco señaló que el nacimiento de un hijo "es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad indescriptible, ante la cual ya nada pesa".
"La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba. Sí, porque su nacimiento es para nosotros: para mí, para ti, para todos", afirmó.
El Papa dijo que "este para nosotros" significa que el Hijo de Dios "viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: 'Tú eres una maravilla'".
"¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: 'No, ¡tú eres mi hijo!' (…). 'Ten valor, yo estoy contigo'", indicó el Pontífice, y señaló que Dios no lo dice con palabras, "sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios".
"Más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados", y su amor es gratuito, aseguró.
Francisco también recordó que "el Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría. Y, sin embargo, si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros?".
"¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo. No es capaz de dejarnos de amar. Él es así, tan diferente a nosotros. Siempre nos ama, más de lo que nosotros mismos seríamos capaces de amarnos. Ese es su secreto para entrar en nuestros corazones", afirmó.
Nació en un pobre pesebre
El Papa Francisco recordó que Cristo nació en "el pobre pesebre de un oscuro establo", en medio de la noche, "sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo", para "hacernos entender hasta qué punto ama nuestra condición humana: hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria".
"El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura", afirmó.
"Un niño nos hace sentir amados, pero también nos enseña a amar. Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás", señaló.
"Y para descubrir algo importante: como en Belén, también con nosotros Dios quiere hacer grandes cosas a través de nuestra pobreza. Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!", señaló.
El Papa explicó que Belén significa "Casa del Pan", y que Dios nace ahí, en un pesebre, para recordar que el hombre lo necesita "para vivir, como el pan para comer". "Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro", señaló.
"Es verdad: insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás. Jesús nos da el ejemplo: Él, el Verbo de Dios, es un infante; no habla, pero da la vida. Nosotros, en cambio, hablamos mucho, pero a menudo somos analfabetos de bondad", indicó.
Francisco culminó su homilía asegurando que al abrazar al Niño del pesebre "abrazo de nuevo mi vida". "Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque desde esta noche todos son mis hermanos", expresó.