Durante la homilía del funeral del Cardenal Opilio Rossi, celebrado este viernes en la Basílica de San Pedro, el Papa Juan Pablo II recordó que el nacionalismo exacerbado y el odio sólo traen “lágrimas y sangre”.
El Cardenla Rossi, un eximio diplomático de la Santa Sede que sirvió bajo cinco pontificados, falleció el lunes pasado en Roma a la edad de 93 años.
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“La fe -dijo el Sumo Pontífice- impulsó el largo y fecundo camino sacerdotal del Cardenal Opilio Rossi. ¡Cuántas veces celebró el divino sacrificio, obteniendo de la Eucaristía la luz y la fuerza interior para sus decisiones cotidianas y para su apostolado!”.
Después, refiriéndose al lema episcopal del difunto prelado “Omnia in Christo” (Todo en Cristo), afirmó: “Podemos decir que, si bien con las limitaciones de la fragilidad humana, esta tensión total hacia Cristo alentó el incansable servicio prestado a la Santa Sede en las representaciones pontificias de los diversos países de América y Europa y después en el ámbito de la Curia Romana”.
El Santo Padre recordó que durante los momentos dramáticos de la Segunda Guerra Mundial, el entonces sacerdote Opilio Rossi, auditor en la representación pontificia de Berlín, “ayudó junto con el llorado Nuncio Apostólico monseñor Orsenigo, a muchos hermanos que sufrían, infundiendo en ellos valor y alimentando la fe y la esperanza cristiana. Fue una enriquecedora experiencia de humanidad y solidaridad con los más débiles”.
“En el curso de su vida –continuó- quiso transmitir esta experiencia a las nuevas generaciones. Estaba convencido, efectivamente, de que los jóvenes deben aprender una lección importante de la historia del siglo XX: del odio, del desprecio de los demás, de la violencia, del nacionalismo exasperado brotan solamente lágrimas y sangre”.
Juan Pablo II recordó a continuación que, tras su regreso a la curia, el Cardenal Rossi fue el primer presidente del Pontificio Consejo para los Laicos y que él mismo llamó al prelado para presidir el Comité permanente para los Congresos Eucarísticos Internacionales.