Al recibir a Julian Robert Hunte, Presidente de la  58º sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas,  el Papa Juan Pablo II recordó que la reforma de la ONU es un compromiso moral necesario para darle un papel renovado al organismo.

“La Santa Sede –dijo  el Papa en el discurso que  pronunció en inglés- considera la Organización de las Naciones Unidas un medio significativo para promover el bien común universal”.

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Luego al referirse al proceso de reestructuración “encaminada a conseguir un mejor funcionamiento de ese organismo”, le Pontífice señaló que la reforma no asegura solamente “una eficaz instancia superior para la justa resolución de los problemas internacionales, sino que garantiza también la transformación de las Naciones Unidas en una autoridad moral que gozará todavía de mayor respeto en la comunidad internacional”.

El Santo Padre, refiriéndose a su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2004, afirmó:  “Espero que los estados miembros consideren este objetivo ‘una precisa obligación moral y política que requiere prudencia y determinación’ y constituye un requisito previo para el desarrollo de un orden internacional al servicio de la entera familia humana”.