El reconocido filósofo y catedrático español Alfonso López Quintás dictó en la Universidad Católica San Antonio una conferencia sobre “La manipulación del hombre a través del lenguaje” y afirmó que manipular implica “reducir de rango, envilecer, destruir moralmente”.
López Quintás realizó una exhaustiva exposición sobre el concepto de manipulación, su finalidad y la manera como se lleva a cabo, definiendo la manipulación como la acción consistente en “tratar a una persona o a un grupo de personas como si fueran un objeto, a fin de dominarlos fácilmente”.
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El que manipula “pretende seducirnos para que aceptemos lo que nos ofrece sin darnos razones, porque el manipulador no habla a nuestra inteligencia, no respeta nuestra libertad”, explicó.
La libertad de acción –continuó el catedrático– es necesaria pero incompleta; el ser humano necesita ser de verdad libre interiormente y para ello es imprescindible que “cuando pueda elegir entre diversas posibilidades, opte por aquellas que le permiten desarrollar su personalidad de modo cabal, lo contrario bloquea su desarrollo como persona”.
Según López Quintás, en una dictadura se prioriza la seguridad a costa de la libertad, pero también “podemos vivir en democracia y no ser libres, porque en este tipo de gobierno también existen muchos dictadores, es decir gente que quiere el poder a costa de todo”.
En tiempos de democracia –agregó–, el lenguaje es el instrumento más eficaz para someter un pueblo al tiempo que lo convence de que es más libre que nunca. Y frente a la perversidad del lenguaje manipulador, que no pretende comunicar sino dominar, López Quintás propuso como antídotos tres medidas: estar alerta, pensar con rigor y vivir creativamente.
Aún así, está el riesgo del vértigo, de la persona que “adopta una actitud egoísta ante la vida que le conduce a considerarse el centro del universo y a tomar todo lo que le rodea como un medio para sus fines”, resaltó el filósofo.
Como el hombre es un ser que se desarrolla en el encuentro “cuando se toma a sí mismo como objeto de dominio, no puede desarrollarse como persona y esta situación le sumerge en una angustia que puede desembocar en desesperación”, afirmó.
El catedrático concluyó explicando que frente a este vértigo espiritual, es necesario el encuentro y la generosidad, que “incrementan la creatividad, la sensibilidad para los grandes valores, la capacidad de unirse de forma sólida y fecunda con las realidades del entorno”.