Al iniciar la fase preparatoria para el Año Eucarístico y Mariano de la Arquidiócesis, el Obispo Auxiliar de Mercedes-Luján, Mons. Oscar Domingo Sarlinga, afirmó que defender el valor de la vida humana desde su concepción es “un desafío de nuestro tiempo que debemos asumir”.
El Prelado explicó que “el derecho a la vida es inviolable y también irrenunciable”, y que “en una sociedad que promueva y respete la vida, se garantiza el derecho a venir al mundo a quien aún no ha nacido, y se protege también a los recién nacidos. Una cultura de la vida en acción, asegura igualmente a quienes son menos validos el desarrollo de sus posibilidades y la debida atención a los enfermos y ancianos”.
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Por ello –agregó el Obispo–, “no es indiferente la postura que adopten las leyes que rigen una sociedad. Si el derecho a la vida no es promovido ni tutelado con oportunas garantías legales y políticas, la ofensa contra él adquiere una relevancia contraria a la dignidad de la persona. Moralmente somos todos responsables en lo que se refiere a esa opción”.
“Quien opta por el aborto, opta por suprimir injustamente la vida”, aseguró el Prelado y añadió que “está difundiéndose una cierta cultura de la muerte, basada, en última instancia, en el puro decisionalismo de tener siempre el derecho de decidir, incluso sobre que otra persona viva o no, que se hace presente en nuestro mundo de hoy y de lo cual nuestro país y nuestra sociedad no están exentos”.
Asimismo, Mons. Sarlinga manifestó que “la opción por la vida no consiste sólo en una serie de prohibiciones, ni mucho menos. Es amplísima e integrativa: optar por la vida conlleva el rechazo de toda forma de violencia. También la violencia de la miseria y del hambre, que aflige a tantos seres humanos; conlleva el rechazo a la violencia de los conflictos armados y la de toda lesión ilegítima de la persona humana y de la civilización. Conlleva el compromiso de honrar la vida y obrar en consecuencia”.
Finalmente, el Prelado explicó que “en todas las fases de su existir, y desde el mismo instante de su concepción, el ser humano, cualquiera sea su debilidad, cualquiera sea su pobreza, puede hacerse don, donación, entrega y contribuir al bien de toda la humanidad, de la Iglesia y del entero cosmos”.
“No importa cuánta sea la oscuridad que nos rodea: pese a las sombras de la noche, nosotros podemos participar de la mirada de Dios. Su mirada nos llena de luz. El Padre ilumina toda nuestra vida, la hace plena y llena de sentido, le da impulso y razón de ser”, concluyó el Obispo.