Un sacerdote que trabaja con la comunidad hispana en Estados Unidos leyó nuevamente, a pedido de una feligresa, la carta que escribió años atrás a la Virgen de la Caridad del Cobre para pedirle que vele por sus hijos cubanos, quienes "siguen anhelando aquella libertad que se perdió hace tanto tiempo".
El autor de la carta es el P. Celestino Gutiérrez, párroco de la parroquia San Judas Tadeo, en Sarasota, Florida. El sacerdote nació en España y al poco tiempo de ser ordenado se ofreció como misionero en América; llegó primero a Guatemala y luego a la Diócesis de Venice (Estados Unidos).
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Al llegar a Sarasota la única comunidad hispana estaba recién comenzando con un pequeño grupo de fieles cubanos, puertorriqueños y mexicanos, que en total no llegaban a 25 personas. Sin embargo, al año ya eran más de cien. Luego, al no caber en la iglesia de Saint Martha, se construyó un templo y se comenzó una nueva parroquia.
Así, llegó la fiesta de la Virgen de la Caridad de 1998 y, con ocasión de esa fiesta mariana, el P. Celestino escribió la carta a la Madre de Dios. Cabe recordar que en enero de ese año San Juan Pablo II hizo su histórica visita a Cuba.
Si bien la carta tiene más de veinte años, fue leída nuevamente este 6 de septiembre a pedido de una feligresa, debido a que la comunidad cubana en Sarasota se ha ido renovando con el tiempo.
En su carta, compartida con ACI Prensa, el P. Celestino relata a la Virgen su sueño de "una madre cubana sentada frente al mar con los ojos cansados, la mirada triste y en su regazo unas flores". "Sus hijos se fueron a recorrer caminos de libertad, pero en su corazón oye sus voces que le dicen que sí, que viven bien, pero que siguen anhelando aquella libertad que se perdió hace tanto tiempo".
Desde 1959 Cuba vive bajo un régimen comunista, dirigido primero por Fidel Castro –que falleció en 2015-, luego por Raúl Castro y actualmente por Miguel Díaz-Canel; siempre bajo el régimen del partido único.
Durante todos esos años cientos de miles de cubanos han huido a otros países, muchos de ellos arriesgando sus vidas en balsas artesanales, o en vuelos humanitarios con destino a Estados Unidos para iniciar una vida nueva. Sin embargo, a pesar de la distancia la diáspora cubana ha mantenido su devoción a la Virgen de la Caridad, a quien han dedicado un santuario en la ciudad de Miami.
Asimismo, si bien desde la visita de San Juan Pablo II el régimen ha dado a la Iglesia ciertas concesiones, como alocuciones radiales en fiestas religiosas específicas y el permiso para construir algunos templos, aún no se han devuelto todas las propiedades confiscadas durante los primeros años de la dictadura, ni le permite tener colegios católicos o medios de comunicación masivos.
Además, otros cubanos han sido encarcelados y perdido la vida mientras luchaban pacíficamente por la transición del país a la democracia. Dos de ellos son Oswaldo Payá y Harold Cepero, el primero fundador del Movimiento Cristiano Liberación y el segundo activista de esta organización. El MCL ha lanzado una campaña internacional para que sus muertes violentas sean aclaradas.
"Por estos hijos una a una –escribe el P. Celestino–, [la madre] arroja una flor al mar con el mensaje de esperanza de un amanecer que haga posible la fiesta de los de allí y los de aquí. También arroja una flor por cada hijo que perdió. A ellos los ha puesto bajo el cuidado de la otra Madre. La que cuida de todos los cubanos, La Virgen de la caridad del Cobre, y su corazón descansa sabiendo que ya están en buenas manos".
A continuación la carta completa del P. Celestino Gutiérrez:
Carta a la Virgen de la Caridad
P. Celestino Gutiérrez. Párroco de San Judas Tadeo, Sarasota, Florida.
Septiembre 6, 2020
Querida Madre mía, Virgen de la Caridad del Cobre. Hoy quiero que aceptes mi felicitación por tu cumpleaños y, además, quiero que me concedas "ser cubano" para hablarte en tu fiesta cubana.
La fiesta de tu nacimiento es la fiesta de "la aurora de nuestra salvación". En Jerusalén veneramos el lugar donde se supone que naciste. Los cristianos celebramos con gozo este día, dando gracias a Dios contigo, María, y por ti, María, porque sus planes para la humanidad están llenos de misericordia y de salvación.
Esta fiesta de tu nacimiento es propia de muchas advocaciones y santuarios que la piedad y devoción del pueblo cristiano a través de los siglos te ha dedicado a ti, la Madre de Jesús y nuestra Madre protectora. Los cubanos hoy te llamamos Virgen de la Caridad del Cobre.
He tenido un sueño, he visto a una madre cubana sentada frente al mar con los ojos cansados, la mirada triste y en su regazo unas flores; oía las voces, los pensamientos que venían desde lejos; la brisa del mar acariciaba su cara, de sus ojos brotaban lágrimas con sabor a mar y a amor. Sus hijos se fueron a recorrer caminos de libertad, pero en su corazón oye sus voces que le dicen que sí, que viven bien, pero que siguen anhelando aquella libertad que se perdió hace tanto tiempo.
Por estos hijos una a una, arroja una flor al mar con el mensaje de esperanza de un amanecer que haga posible la fiesta de los de allí y los de aquí. También arroja una flor por cada hijo que perdió. A ellos los ha puesto bajo el cuidado de la otra Madre. La que cuida de todos los cubanos, la Virgen de la Caridad del Cobre, y su corazón descansa sabiendo que ya están en buenas manos.
Así, esa Madre ve pasar este día de la Caridad; junto al mar, entre recuerdos, esperanzas, lágrimas con sabor a mar y a amor. Casi al atardecer su mirada se vuelve a la isla, a la tierra de todos los cubanos, porque es de todos. Y ve a sus hijos cansados con los brazos caídos; pobre ha sido la zafra, la tierra se ha cansado de tanto sufrir, está seca, no ha llovido, tiene arrugas, no da pan ni alivios. Estos hijos ya no sudan, no pueden, no quieren, no saben, se rebelan callados, ya no riegan los surcos de la tierra, ya no acarician a esta madre tierra que les da de comer. ¿Hay ilusiones? Sí porque mientras huela a caña, café, a flores y a mar habrá esperanza de libertad, de pan, de amor, de navidad y de fiesta de la Virgen de la caridad.
Y aquella madre que yo soñé, camina hacia su casa pensando qué hará de comer mañana; cocinará "picadillo de soya" porque no hay más, pero sabrá a vida y esperanza hasta que haya en la mesa pan, arroz, frijoles negros, yuca, plátanos fritos, y pierna de puerco y flan y ron; y en un rincón de la casa un altar con la imagen de la Virgen de la Caridad.
Y esta otra Madre también llora, y sus lágrimas saben a mar y a amor.
Virgen de la Caridad bendice a tus hijos.
P. Celestino