El Papa Juan Pablo II recibió este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador de la República de China (Taiwan), Chou-seng Tou, con quien abordó las buenas relaciones entre ambos estados y la necesidad de defender la dimensión espiritual de la persona frente al consumismo.
Durante su discurso, el Pontífice aseguró que “las tradiciones religiosas y culturales del país testimonian el hecho de que el desarrollo humano no se debe limitar al éxito económico o material”.
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“Muchos de los elementos ascéticos y místicos de las religiones de Asia –continuó el Santo Padre- enseñan que lo que define el progreso de los individuos y las sociedades no es la adquisición de riqueza material, sino más bien la capacidad de una civilización para promover la dimensión interior y la vocación trascendente de los hombres y mujeres”.
Juan Pablo II afirmó luego que “el bien de una sociedad impone que el derecho a la libertad religiosa sea incluido en la ley y que se le asegure una protección efectiva. La República de China (Taiwan) ha mostrado respeto por las diversas tradiciones religiosas y reconoce el derecho de todos a la práctica de su religión”.
Y en una frase que parecía dirigida a la vecina China continental (Comunista), el Pontífice destacó que “las religiones son parte de la vida y de la cultura de una nación y aportan un gran sentido de bienestar a una comunidad ofreciendo un cierto nivel de orden social, tranquilidad, armonía y ayuda a los débiles y marginados”.
El Papa hizo luego hincapié en la “importante contribución” de la Iglesia católica en Taiwan “al desarrollo social y cultural y sobre todo por su atención al aspecto.
Finalmente, el Papa expresó su aprecio por “las numerosas obras de caridad de la República de China en el campo internacional y especialmente en el mundo en desarrollo”.
“Espero que el pueblo de Taiwan siga promoviendo actividades caritativas y contribuya así a la construcción de una paz estable en el mundo”, concluyó.