El Papa Francisco afirmó sentirse preocupado por las tensiones entre países en la región del Mediterráneo oriental, y pidió un "diálogo constructivo" entre las partes en disputa para resolver las diferencias.
"Sigo con preocupación las tensiones en la zona del Mediterráneo oriental, erosionada por varios focos de inestabilidad. Por favor, hago un llamado al diálogo constructivo y al respeto de la legalidad internacional para resolver los conflictos que amenazan la paz de los pueblos de aquella región", afirmó el Pontífice este domingo 30 de agosto al finalizar el rezo del Ángelus.
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Aunque el Santo Padre no detalló ningún conflicto en concreto, son varios los frentes abiertos en el Mediterráneo oriental.
Por un lado, Turquía y Grecia, ambos países miembros de la OTAN, se encuentran en un conflicto diplomático debido a las pretensiones de Turquía de explotar los recursos petrolíferos y gasísticos del fondo del Mediterráneo alrededor de islas de soberanía griega.
Turquía reclama la soberanía sobre las aguas que rodean dichas islas, que se encuentran frente a las costas turcas y el derecho a explotar sus recursos. Por el contrario, Grecia no reconoce esa soberanía de Turquía sobre las aguas de sus islas y ha amenazado con militarizar la zona si el gobierno turco insiste en enviar buques de exploración geológica como paso previo a iniciar las perforaciones.
Otro conflicto existente en el Mediterráneo oriental es la guerra en Libia, donde se desarrolla una guerra civil entre el gobierno y facciones rebeldes. En el conflicto también participan actores internacionales (principalmente Turquía, Francia y Egipto), lo que ha llevado a algunos analistas a comparar esta guerra con la de Siria.
Otro foco de tensión en el Mediterráneo oriental es el que afecta al Líbano. Este país, inmerso desde hace años en una crisis política y económica que parece haberse enquistado, sufrió recientemente un trauma tras la explosión de un almacén en el puerto de Beirut en el que se almacenaban sin custodiar 2.750 toneladas de nitrato de amonio el pasado 4 de agosto.
La explosión causó la muerte a más de 150 personas y heridas a otras 5.000. Las causas de la explosión son inciertas y diferentes facciones locales acusan al gobierno por negligencia, a un sabotaje de algún país extranjero o incluso a la milicia chií Hezbolá.
Tras la explosión, la indignación se extendió por todo el país que, mediante protestas masivas, sobre todo en Beirut, forzó la dimisión en bloque del gobierno libanés.