Al presentar el mensaje del Papa Juan Pablo II para la Cuaresma 2004 titulado “El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe”, el Arzobispo Paul Josef Cordes, Presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”, pidió a la comunidad internacional ejercer presión sobre los grandes laboratorios para reducir el costo de las medicinas contra el SIDA.
“Ante estos niños que mueren porque no tienen medicinas, hay que hacer una presión pública para convencer a las casas farmacéuticas a bajar los precios para curar a las víctimas del SIDA”, dijo Mons. Cordes, responsable de la acción caritativa de la Iglesia.
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Durante la conferencia de presentación del documento papal hizo uso de la palabra el jesuita norteamericano Angelo D’Agostino, fundador y director médico de “Nyumbani”, The Children of God Relief Institute de Nairobi (Kenya).
Al hablar de sus muchos años de experiencia en Nairobi con niños enfermos de SIDA, la mayoría de los cuales son huérfanos, y subrayó que “al principio los fallecimientos eran 2 o 3 al mes, pero desde la llegada de los medicamentos anti retro virales la cifra ha disminuido drásticamente y a lo largo del 2003 no ha habido una sola muerte”.
“Esos medicamentos son parcialmente donados por el gobierno de Brasil, pero algunos se tienen que comprar en el mercado”, dijo el Sacerdote.
Sin embargo, el P. D’Agostino señaló que en el programa con base comunitaria que ayuda a 1.000 huérfanos con SIDA “las muertes mensuales son 7 u 8 porque no tenemos fondos para pagar los precios altísimos que exigen las sociedades internacionales de medicamentos. En la actualidad cada día mueren al menos 400 personas en Kenya a causa del SIDA”, reveló el sacerdote.
El P. D’Agostino criticó duramente “la acción genocida de las compañías de medicamentos que se niegan a abaratar esos productos en África, incluso después de haber conseguido beneficios por 517.000 millones de dólares en 2002. Es una cuestión moral que demuestra la falta de conciencia social de estas empresas capitalistas que podrían salvar fácilmente las vidas de 25 millones de personas en África sub-sahariana enfermos de VIH/SIDA, que si no estarán condenados”.