En un reciente artículo publicado por el diario La Razón, la periodista Mar Velasco criticó duramente “El Código da Vinci” de Dan Brown y afirmó que “ha resultado ser una colección de disparates históricos sin fundamento”.
Velasco consideró que “probablemente, lo mejor que se puede decir a propósito de ‘El Código da Vinci’ es lo que la escritora Cinthya Grenier escribió en el Weekly Standard: ‘Por favor, que alguien le dé a este hombre y a sus editores unas clases básicas sobre la historia del cristianismo, y un mapa’”.
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Según la periodista, el libro que se ha convertido en “best seller” del año en diversos países y sólo en España ha vendido más de 300 mil ejemplares en dos meses, ha resultado ser “un texto lleno de tópicos, elementos simbólicos y religiosos que, eso sí, se deja leer muy bien. No en vano, lo primero que llama la atención del libro es su edición diáfana, un texto lleno de espacios, cómodo y atractivo a primera vista para el lector”.
“El argumento comienza con el asesinato de un conservador del museo de Louvre. Antes de morir, consigue dejar una serie de pistas extrañas. Su nieta Sophie y un investigador americano descubren que el asesinado (su abuelo) trataba de dejar un mensaje, no sobre su asesino, sino acerca de un gran secreto”, explica el artículo.
“El abuelo formaba parte de una sociedad secreta llamada “El Priorato de Sión”, que durante muchos años se encargó de custodiar este secreto, cuya revelación supondría una amenaza para la base conceptual de la humanidad. Este secreto, que la Iglesia Católica llevaría siglos esforzándose por ocultar, es que Jesús estuvo casado con María Magdalena, y que ella estaba embarazada cuando Él fue crucificado”, agrega.
“Los descendientes de aquella hija –continúa describiendo Velasco– aún sobreviven y se mantienen protegidos por el ‘Priorato’, que son los guardianes de la verdadera fe en Jesús y María Magdalena, basada en la teoría del ‘sagrado femenino’”.
Más adelante, la periodista de La Razón califica a la novela como una “trepidante carrera para encontrar el Grial, entendiendo por grial los restos de María Magdalena. Alguien ha comparado el final con el de una película que se ha quedado sin presupuesto”.
“Esto es, en resumidas cuentas, El Código da Vinci, por lo demás, aliñado con recurrentes teorías esotéricas y gnósticas y unos cuantos personajes macabros, como el monje albino del Opus Dei –por lo visto nadie le explicó al autor que en el Opus Dei no hay monjes–, un hombre que no vacila a la hora de matar”, afirma Velasco.
Asimismo –añade–, “las excentricidades se mezclan con multitud de datos erróneos, que tanto la crítica como el público no ha tardado en reconocer: desde afirmaciones escritas desde la más absoluta ignorancia histórica –los Juegos Olímpicos de la antigüedad se celebraban en honor de Zeus, no de Afrodita; el Papa Clemente V no eliminó a los templarios en un plan maquiavélico ni pudo echar sus cenizas al Tíber, entre otras cosas porque vivía en Aviñón–, hasta la osadía de dar referencias geográficas que no se corresponden con la realidad –el recorrido en coche por las calles de París es imposible–, pasando por ataques directos y poco originales a la figura de Cristo y a la doctrina católica”.
Finalmente, el artículo explica que “para el autor Jesús no es Dios, sino que el emperador Constantino lo deificó en el Concilio de Nicea del año 325. Pero como señala el crítico Pablo J. Ginés, ‘un repaso a los evangelios canónicos, escritos casi 250 años antes del Concilio de Nicea, muestra unas cuarenta menciones a Jesús como Hijo de Dios’”.
A las críticas de Velasco se suman las del crítico del diario El País, F. Casavella, que considera el libro como “el bodrio más grande que este lector ha tenido entre las manos desde las novelas de quiosco de los años 60”.
demostración de un resto de dignidad