El Obispo de Caserta (Italia), Mons. Giovanni D'Alise, denunció que la usura de la mafia, con los excesivos intereses que cobra cuando hace préstamos, se ha convertido en la "nueva esclavitud" para las familias, especialmente ahora ante la pandemia del coronavirus.
"Les digo a mis comunidades y sacerdotes y a todos los que tienen negocios en Caserta, y a todos los bautizados que trabajan más activamente por el bien común, que tengan los ojos abiertos", dijo el Prelado al diario de los obispos italianos Avvenire, ante informes que refieren que algunos padres se han visto obligados a enviar a sus hijos a trabajar con mafiosos locales para pagar sus deudas familiares.
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El crimen organizado, especialmente los préstamos usureros, ha estado en alza ante la grave crisis causada por la pandemia del coronavirus. Con muchos negocios e industrias cerrados por semanas o meses en algunas áreas, los mafiosos locales se convierten en los prestamistas que son el último recurso para las familias necesitadas.
El Obispo, cuya diócesis está en la zona campestre de la región de Nápoles, dijo que "ante nuestros ojos están sucediendo cosas impensables".
Mons. D'Alise hizo estas afirmaciones tras el informe de la Cámara de Comercio de Caserta que denuncia la situación de los hijos de las familias que pagan las deudas trabajando para mafiosos.
"Si hay hijos e hijas en edad en la que ya pueden trabajar legalmente, adultos o menores, el prestamista le pide al padre que los ponga a trabajar cerca de él, en una posición que además no permita llegar a él", dijo a Avvenire, Tommaso De Simone, presidente de la Cámara de Comercio de Caserta.
La usura, una práctica condenada por la Iglesia, ha crecido "exponencialmente" en los últimos meses en el norte de Italia, debido a la cuarentena en el país, agregó.
"Es un pecado grave porque se hace dinero sacando ventaja de las necesidades de la gente. Eso es antihumano y anticristiano", dijo el Prelado.
Los medios italianos explican que los prestamistas usureros en esta zona del país están vinculados a la Camorra, la mafia que tiene su sede en Nápoles.
"Ahora tengo la impresión de que una nueva esclavitud está emergiendo, así como la Camorra se arrastró y se escondió entre nosotros", dijo el Obispo.
"Muchos trabajadores son cada vez más explotados y ahora vemos a sus hijos e hijas: niños que son enviados a trabajar en vez de los adultos, para pagar las deudas de sus padres", agregó.
El Arzobispo de Nápoles, Cardenal Crescenzio Sepe, dijo en una homilía en mayo que la Camorra es "otra posible epidemia"
"Hay quienes son buenos haciendo fortuna en épocas de epidemia. Hagamos algo, intervengamos inmediatamente porque el inframundo es más rápido que nuestra burocracia. La Camorra no espera. Nos toca deshacernos de todas las organizaciones [criminales]. Tenemos que vencerlas y afirmar el derecho a la esperanza", dijo el Purpurado en una homilía el pasado 2 de mayo.
Otro problema de los usureros es que se presentan "con la cara de un amigo, de un benefactor que ayuda cuando todos los demás te han abandonado. Eso hace que tengas dinero al instante, cuando lo necesitas".
"Mientras tengas propiedades, el usurero te prestará dinero y los préstamos son muy difíciles de pagar: no solo por los altos intereses sino porque cuando, como en la cuarentena, no hay ingresos y hace falta dinero para comer y para pagar los préstamos".
"Los niños con frecuencia pagan por sus familias. No tengo nombres para dar, pero de las historias que oigo de los operadores, lamento mucho lo que está sucediendo", agregó.
Para el Obispo, la raíz del problema de la usura es el fracaso de la defensa de la dignidad humana. Por eso los obispos italianos lo vincularon al tema del racismo en Estados Unidos.
"En ambos casos la persona no tiene dignidad. Todavía tengo ante mí la imagen del policía sosteniendo a George Floyd con su rodilla. Lo aplastó no solo físicamente. La respuesta de la Iglesia debe ser 'la solidaridad efectiva' que puede reconocer esta dignidad y apoyar a los más necesitados".
"Lo que se requiere de la Iglesia es un amplio ejercicio de solidaridad, cada uno con lo que pueda, pero que sea solidaridad sensible y eficiente. Con frecuencia no nos damos cuenta de cuánta bondad, y también cuánta maldad, hay entre nosotros y los niños no pueden ser el precio", concluyó el Prelado.
Traducido y adaptado por Walter Sánchez Silva. Publicado originalmente en CNA