Mons. Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba (España), trató en su carta semanal sobre la parábola de la semilla que cae en la tierra y destacó que "no se refiere a personas distintas" sino que las actitudes o tipos de tierra "pueden darse en una misma persona, por etapas de su vida" y animó a trabajar durante toda la vida el corazón para que sea tierra buena y produzca fruto.

El corazón humano tiene una fuerte tendencia a "la fecundidad, a dar fruto abundante, a ver que nuestra vida sirve para algo y para alguien", y en el Evangelio de este domingo se habla de que "nuestra vida es como una tierra fecunda, que si recibe buena semilla puede dar buenos frutos según la capacidad de cada uno", escribe el Obispo.

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Mons. Fernández subraya que "esta tierra fecunda recibe la Palabra de Dios como un regalo de lo alto. No podríamos dar frutos de vida eterna si no recibiéramos de lo alto la gracia de Dios, que nos hace hijos en el Hijo, si no recibiéramos el Espíritu Santo, que nos hace fecundos. La semilla, por tanto, está garantizada, es de primerísima calidad".

En el Evangelio Jesús explica que "hay quienes apenas acogen la Palabra, viene el enemigo y la roba. El enemigo es el Maligno, es Satanás", por eso el Obispo de Córdoba recordó que "es preciso que por nuestra parte hagamos un esfuerzo por labrar la tierra, para que produzca fruto". 

"Precisamente porque es un don de lo alto, debemos poner toda nuestra atención para que el demonio no nos engañe y nos robe la Palabra de nuestro corazón".

El Prelado destacó que otra actitud es la de "acoger con alegría esa buena semilla, pero encuentra una tierra llena de piedras, con escasa profundidad y sin poder arraigar". Son quienes dicen que no son creyentes "porque no quieren quitar de su vida algo que va contra la ley de Dios. Prefieren ser infecundos y no ajustar su vida al plan de Dios. Así no hay fruto. Una semilla no puede arraigar en un terreno pedregoso".

Mientras que también hay tierra con zarzas, espinas y otras hierbas, es decir, "quizá haya profundidad para acoger la Palabra y dar fruto abundante, pero esa tierra no está cuidada" y "si se deja crecer la mala hierba, es imposible que el fruto perdure. Se ahoga".

Según explica, "estos son los afanes de la vida, los problemas que se acumulan, el trabajo que agota. Es la seducción de las riquezas por las que tantos se afanan. El corazón de estas personas está ocupado y, al tiempo que brota la buena semilla, brotan los propios intereses que no coinciden con los de Dios".

Por eso destacó la importancia de que en la vida cristiana haya "todo un trabajo de ir quitando lo que estorba, es la tarea de la abnegación, de la mortificación" y por lo tanto, junto con los buenos deseos y propósitos se deben pulir "los afectos desordenados, los apegos, llegarán a asfixiar los buenos frutos".

"Por último, Jesús habla de la tierra que está preparada, que va siendo cuidada" y es la que acoge la Palabra y da fruto.

"El corazón humano es capaz de dar frutos de vida eterna, de vida abundante, si es cuidado con esta buena semilla y con la colaboración esforzada de mimar la tierra. Qué satisfacción cuando vemos los frutos, y eso que todavía no acabamos de verlos del todo. Sembramos con esperanza y en su día cosecharemos", explica el Obispo de Córdoba.

Sin embargo, Mons. Fernández asegura que los distintos tipos de tierra a los que hace referencia la parábola "no se refiere a personas distintas", sino que "todas esas actitudes o tipos de tierra pueden darse en una misma persona, por etapas de su vida, por diferentes aspectos de su personalidad".

Por eso destacó que "se trata de que todo el corazón vaya convirtiéndose en tierra buena para que produzca fruto en todos los campos. Como en toda tierra de labranza, trabajo nunca falta, es tarea de toda la vida".

"El sembrador es excelente, la semilla es de primera calidad, la tierra de nuestra vida ha de ir cultivándose continuamente para que produzca frutos abundantes", aseguró.

Puedes leer la carta íntegra AQUÍ