Los obispos de Paraguay enviaron un mensaje de aliento al pueblo para sobrellevar la pandemia del coronavirus, inspirados en el mensaje que les dejó el Papa San Juan Pablo II durante su visita al país del 16 al 18 de mayo de 1988.
"El pueblo cristiano del Paraguay saldrá airoso de las pruebas y desafíos si sabe actualizar su fe con la luz del Evangelio en la animación integral de la vida individual, familiar y ciudadana", dijo el Pontífice el 18 de mayo de 1988 en Encarnación.
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Con esas palabras, los obispos expresaron que las "acciones pastorales" "nacen de la fe y la caridad en Cristo, que orientan nuestro modo de vivir como cristianos".
De esa forma expresaron que "la distancia preventiva debe transformarse en cercanía y compasión con el que sufre" sin temer por la enfermedad, sino de "perder lo más valioso, la fraternidad de los hijos de Dios y la integridad moral".
"Para fortalecer la esperanza debemos apoyarnos más fuertemente en la fe y en el amor, que nos humaniza y nos mueve a hacer el bien", dijo el Papa San Juan Pablo II el 18 de mayo de 1988.
"Juntos somos fuertes, nadie se salva en soledad. Avivemos la firme esperanza de que pasaremos juntos esta gran prueba", agregaron los obispos.
Asimismo, los pastores de Paraguay pidieron sacar "fuerza de la debilidad" y "atender con hospitalidad a los más vulnerables" porque la "fortaleza cristiana se manifiesta en la capacidad de atender y cuidar al extraño, al abandonado, al visitante, al necesitado, compartiendo lo que tenemos, aunque sea poco".
San Juan Pablo II en el discurso del 16 de mayo, "nos describe como un pueblo noble, sufrido, alegre y valiente, que supera las adversidades, acogedor y hospitalario", recordaron.
De otro lado, los obispos sostuvieron que hay que decidir "entre el egoísmo o la generosidad, optar por la construcción de un mundo más cristiano y más humano, cuidando de la integridad de las personas, velando por la vida de las familias, sumando los esfuerzos solidarios de todos para el pan, el techo, el trabajo, la salud y la educación".
Por ello invocaron la "valentía" de la "juventud y de nuestra Iglesia" con las palabras que San Juan Pablo II les dijo: "¡Muchachos y muchachas del Paraguay! ¡No tengáis miedo a empeñar la vida por los demás! ¡No os acobardéis ante los problemas!".
En su visita al país, el 17 de mayo de 1988, San Juan Pablo II dijo que la "Iglesia no tiene las soluciones técnicas, económicas o políticas, pero sí ejerce su ministerio para cuidar la dignidad integral de la vida y de las personas (Sollicitudo rei socialis, 41)".
"Nuestra misión de pastores y de todos los cristianos, es edificar una sociedad más sana en lo moral y llena de paz en la convivencia", reflexionaron los obispos.
"La moralidad pública es el presupuesto que hace posibles los más grandes ideales de justicia, paz, libertad y participación" en cambio, "la falta de moralidad impide su realización, lastima la confianza y genera estancamiento y pasividad social", agregaron.
Por último, alentaron a pedir a la Virgen María en la advocación de la Virgen de Caacupé, quien "no nos abandona en nuestra pobreza, en nuestra enfermedad, en las situaciones de olvido social, y nos pide que no nos desanimemos, que tengamos fe en su Hijo Jesús, que escuchemos su Palabra y sigamos juntos como sus discípulos".
"Mantengamos viva la fe, que no decaiga nuestro ánimo, como nos dijo San Juan Pablo II: 'Que no se debilite ni se agote entre vosotros la fe en Dios y en Jesucristo, así como su amor'", concluyeron los obispos de Paraguay.
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