El Santuario de la Virgen de Fátima en Portugal recordó este sábado 4 de abril los 101 años de la muerte de San Francisco Marto, unos de los pastorcitos videntes de las apariciones marianas en 1917, a quien rezaron por el fin del coronavirus.
La celebración, a causa de la pandemia, se realizó a puertas cerradas en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima. En ella se recordó al pequeño vidente, a través de la lectura de un extracto de la llamada Cuarta Memoria, escrita por su prima, Sor Lucía, otra de las videntes.
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"Dirijamos una vez más a los santos Francisco y Jacinta, que por singular gracia fueron escogidos por María Santísima en su corazón inmaculado para que se convirtieran en grandes testimonios de la luz de Cristo, en este momento de emergencia sanitaria, de dolor y de prueba; y pidamos su intercesión", dijo el P. Carlos Cabecinhas, rector del Santuario.
San Francisco Marto nació el 11 de junio de 1908. Fue bautizado el 20 de junio de ese mismo año en la iglesia parroquial de Fátima.
Con solo 8 años fue testigo de las apariciones con su hermana Jacinta y su prima Lucía. Francisco era un niño dócil que disfrutaba ayudando al necesitado. Todos lo reconocían como un muchacho sincero, justo, obediente y diligente.
Las palabras del Ángel en su tercera aparición: "Consolad a vuestro Dios", hicieron profunda impresión en el alma del pastorcito que deseaba consolar al Señor y a la Virgen, que le había parecido estaban muy tristes.
Jacinta y Francisco siguieron su vida normal después de las apariciones. Lucia empezó a ir a la escuela tal como la Virgen se lo había pedido, y Jacinta y Francisco iban también para acompañarla. Cuando llegaban al colegio, pasaban primero por la Iglesia para saludar al Señor.
Cuando era tiempo de empezar las clases, Francisco, conociendo que no habría de vivir mucho en la tierra, le decía a Lucia, "Vayan ustedes al colegio, yo me quedaré aquí con Jesús Escondido. ¿Qué provecho me hará aprender a leer si pronto estaré en el Cielo?"
En su enfermedad, Francisco confió a su prima: "¿Nuestro Señor aún estará triste? Tengo tanta pena de que El este así. Le ofrezco cuanto sacrificio yo puedo".
En octubre de 1918 enfermó de la gripe española, una peste que cobró la vida de miles de personas en Europa, también en Portugal.
El 2 de abril del año siguiente se confesó y comulgó por última vez Después de 5 meses de continuo sufrimiento, el viernes 4 de abril de 1919 murió santamente.
Fue sepultado en el cementerio de Fátima. Años después, en febrero de 1952 sus restos fueron trasladados a la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
El Papa Francisco lo canonizó en Portugal, junto a su hermana Jacinta, el 13 de mayo de 2017, al cumplirse 100 años de las apariciones marianas.