El Cardenal Jorge Urosa Savino, Arzobispo Emérito de Caracas, envió a ACI Prensa un artículo titulado "Semana Santa: Afirmación de vida y felicidad a pesar de la peste", cuando el mundo sufre la pandemia del coronavirus.
A continuación el artículo del Cardenal Urosa:
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"Sin duda esta del año 2020 es una Semana Santa trágicamente histórica, en tiempos de peste, y peste global. Desde fines de la segunda Guerra Mundial no estuvo la humanidad entera sometida como ahora a una situación tan grave, colectiva, mortal, como esta.
Pues bien: a pesar de esta inexorable realidad, la Semana Santa cristiana providencialmente viene a darnos aliento, fortaleza y esperanza de vida y de felicidad.
Todos sentimos temor y tristeza por la amenaza que esta pandemia encarna, por el dolor y sufrimiento que ya ha producido, no solamente por las muertes causadas, sino por las exigencias y consecuencias de la necesaria cuarentena.
En estas circunstancias se nos plantea a todos y cada uno de nosotros el enigma, el misterio sobrecogedor del sufrimiento humano. ¿Por qué la muerte de las víctimas y la angustia de millones de personas? ¿Por qué permite Dios esta trágica pandemia?
Nosotros los cristianos afirmamos con fe viva y firme que "Dios es amor" (1 Jn 4,8). A pesar de la realidad del dolor, de la muerte, del mal físico nosotros proclamamos que Dios nos ama, y que nos ha creado para que seamos felices. Pero entonces: ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué esta peste? Es sin duda un misterio.
Pero el enigma del dolor se esclarece un poco, se entiende algo –no totalmente– a la luz de la fe cristiana en Cristo, Hijo de Dios hecho hombre para nuestra redención, nuestra salvación, y felicidad eternas. Él, siendo Dios, asumió la realidad humana en todo, menos en el pecado, para acompañarnos, para darnos el ejemplo de fortaleza ante el sufrimiento y convertirlo en fuente de redención, y para darnos la esperanza de la resurrección con su propia resurrección.
El mal físico y, entre otras cosas, la muerte, son efecto del pecado original y del pecado del mundo, los pecados de los seres humanos. Eso nos lo enseña San Pablo en su carta a los romanos 5, 12-17. El mal moral ha introducido en el mundo el desequilibrio, las pasiones y vicios, la tristeza y la angustia. El sufrimiento se debe al pecado, al pecado de Adán en primer lugar y al pecado del mundo, de los seres humanos a través de la historia y hoy, de nuestros pecados que hacen tanto daño a los demás.
El misterio del dolor se esclarece y se hace llevadero a la luz de Cristo crucificado, de Cristo Nazareno, que lleva su cruz, la carga del sufrimiento como nosotros; que muere ofreciendo su vida a Dios en expiación de los pecados de la humanidad. Y que resucitó gloriosamente ¡Sí! El resucitó y derrotó así al mal, al pecado, al demonio y a la muerte.
Sin duda la entrega de Jesús a la muerte, y su posterior resurrección, si bien no logren explicar todo y dar respuestas a todas las preguntas sobre el sufrimiento de los inocentes, nos confortan y alientan. Él, que es Dios, se hizo uno de nosotros, compartió con nosotros el sufrimiento, y lo venció y superó con la resurrección.
Por eso la Semana Santa católica, celebración litúrgica de la Pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, nos conforta, nos consuela, nos fortalece, nos llena de esperanza. Estamos llamados a la vida, a la salvación, a la felicidad. Cristo en la cruz y luego resucitado del sepulcro, así nos los reitera y asegura.
Por eso, aún en medio de esta cruel peste mundial, podemos fortalecer nuestra fe –como nos exhortó el Papa Francisco el 27 de marzo en San Pedro–, e ir adelante con esperanza. ¡Unidos a Cristo podemos vencer todas las dificultades!
Los invito pues, a aprovechar esta cuarentena colectiva para leer con calma el Nuevo Testamento, y sobre todo los relatos de la pasión muerte y resurrección del Señor. Yo les recomiendo, en especial, los relatos de San Mateo, capítulos 26 al 28. Y de San Juan, 18 al 20.
Sí, es cierto: no tenemos las respuestas a todos los interrogantes que nos plantea el sufrimiento humano, en especial de los inocentes. Pero tenemos la afirmación del amor de Dios a cada uno de nosotros en Jesús, el Nazareno que siendo Dios se abajó a nuestra humilde condición humana, afrontó la muerte en la cruz, pero luego, resucitó, gloriosamente (Fil. 2, 5-11).
Él nos acompaña y nos enseña el camino hacia la paz, la salvación y la felicidad: por la cruz de las contrariedades, de las dificultades de la existencia, del dolor y de la muerte, vamos hacia la felicidad de la resurrección y la vida eterna.
Aprovechemos bien esta Semana Santa. Con la lectura del Evangelio, con más oración en familia, siguiendo las celebraciones litúrgicas por TV, radio e internet. E invoquemos confiadamente a nuestra madre amorosa, María, reina y madre de misericordia. ¡Dios es amor, y Él está con nosotros!".