El Obispo de Bérgamo, el epicentro del brote de coronavirus en Italia, dijo que las iglesias están sirviendo como morgues improvisadas ya que hay tantos cadáveres "que ya no se sabe dónde ponerlos".
En una entrevista con ACI Stampa –agencia italiana del Grupo ACI–, Mons. Francesco Beschi dijo que el uso de iglesias "es un acto de ternura hacia las personas que mueren solas y cuyos cuerpos probablemente se acumulen".
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La presencia de los cuerpos en la iglesia "es un don de respeto y preocupación", agregó.
El número confirmado de muertes por COVID-19 en Italia al 3 de abril es de 13.974, según funcionarios de salud italianos. De estos, más de 2.000 muertes confirmadas por el coronavirus ocurrieron en la provincia de Bérgamo durante el mes de marzo.
El Obispo dijo que las muertes se están "multiplicando", y aunque muchas personas fallecen en el hospital, también hay muchas que mueren en sus casas y no están registradas en los recuentos oficiales de decesos por el virus.
Según un análisis del Wall Street Journal del 1 de abril, el número de muertes de COVID-19 en Italia es probablemente mucho mayor de lo que muestran los recuentos oficiales.
Especialmente en las regiones del norte del país más afectadas, muchas personas que murieron fuera del hospital no fueron examinadas para detectar el coronavirus, especialmente un gran número de ancianos que viven en albergues.
Según el informe de Wall Street Journal, en la ciudad de Bérgamo en marzo de 2020 hubo 553 muertes en total, entre estas, 201 muertes confirmadas por coronavirus. En comparación, en marzo de 2019 solo hubo 125 muertes totales en la misma ciudad.
"Todo esto va acompañado de sentimientos muy profundos", señaló Mons. Beschi.
Además, dijo que uno de los sacerdotes de su diócesis le confió que pasa por la dificultad de haber perdido a su padre por el coronavirus mientras que su familia está separada y en cuarentena.
"No hay funeral, lo llevarán al cementerio y lo enterrarán sin nadie. Poder participar en este momento de piedad humana y cristiana es ahora muy importante, porque hace falta", explicó.
"Además, cuando se lleva al paciente fuera de casa con una ambulancia y se lo hospitaliza entre los infectados o se lo coloca en cuidados intensivos, los miembros de la familia ya no lo ven, ya no tienen noticias suyas, ni siquiera pueden hablar con él por teléfono. La pena es inmensa", agregó.
Entre las muchas víctimas de COVID-19 en Bérgamo se encuentran varios sacerdotes, dijo el Obispo, afirmando que al menos 25 sacerdotes de su diócesis han muerto por el virus desde el 6 de marzo.
Por otro lado, dijo que le parece reconfortante que otros 60 sacerdotes con el coronavirus parecen estar mejorando.
La Diócesis de Bérgamo tiene más de 700 sacerdotes y Mons Beschi dijo que está "en contacto constante" con ellos a través de mensajes de apoyo y afecto paterno.
"Hay una fuerza interior aún más amplia y profunda que el mal: esta es la fe que es la savia en las raíces de la gente de Bérgamo", dijo el Obispo, dirigiéndose a los católicos y las víctimas del coronavirus.
La fe, dijo, "será la firmeza para reconstruir familias, para reiniciar el trabajo, para forzar la palanca para levantar una economía aplastada, sobre la cual tener la fuerza para sanar heridas".
Ofreciendo una palabra de esperanza, Mons. Beschi dijo que "en estos días se extienden sombras de muerte sobre nuestra vida común y nuestras familias y, al mismo tiempo, no podemos evitar reconocer los signos de la primavera".
"La resurrección es la flor que florece y anticipa la alegría de poder probar su fruto algún día. Es la yema la que florece. Morir como Cristo y con Cristo, en los eventos de nuestra vida, es hacer que el poder del amor habite en nuestros muertos. No tenemos la fuerza del amor de Cristo, pero él nos lo confiere", afirmó.
El Obispo dijo que Italia ha pasado por muchas crisis, y la gente siempre dice "debemos aprender de los errores, no debemos repetirlos".
Agregó que no tiene una respuesta para las muchas pérdidas que enfrentan las familias de su diócesis y que enfrentarán después de esta pandemia.
Dijo que los dos elementos decisivos son la solidaridad en el intercambio y el ejercicio de la responsabilidad personal.
"Si logramos crecer, al menos un fruto habrá salido de esta terrible historia", concluyó.