El Papa Francisco afirmó que "la muerte ha entrado en el mundo por la envidia del diablo", y que Jesucristo "vino para liberarnos de las ataduras" de la muerte.
Así lo afirmó este Quinto Domingo de Cuaresma 29 de marzo, durante el rezo del Ángelus en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, citando un fragmento del Libro de la Sabiduría. El Papa recordó que "Dios no nos ha creado para la tumba, nos ha creado para la vida, bella, buena y alegre".
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El Santo Padre reflexionó sobre el episodio evangélico de la resurrección de Lázaro. "Lázaro era hermano de Marta y María; eran muy amigos de Jesús".
Los hermanos vivían en Betania, y el Evangelio cuenta cómo Jesús, de camino a Betania, se entera de la noticia de la enfermedad de Lázaro, y cuando llega allí, su amigo ya había muerto cuatro días antes.
"Marta corre al encuentro del Maestro y le dice: 'Si hubieses estado aquí, mi hermano no estaría muerto'". "Jesús le responde: 'Tu hermano resucitará'; y añade: 'Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, incluso si muerte, vivirá'".
De esa manera, "Jesús se hace ver como el Señor la vida, aquel que es capaz de dar la vida incluso después de la muerte", señaló el Papa Francisco.
Luego "llegan María y otras personas, todas en lágrimas, y entonces, Jesús, dice el Evangelio, 'se conmovió profundamente y rompió en llanto'. Con esta consternación en el corazón, va a la tumba, agradece al Padre que siempre lo escucha, hace abrir el sepulcro y grita fuerte: '¡Lázaro, sal fuera!'. Y Lázaro sale con 'los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario'".
El Pontífice subrayó que en ese fragmento evangélico "tocamos con la mano que Dios es vida y da la vida, pero se preocupa del drama de la muerte. Jesús podría haber podido evitar la muerte de su amigo Lázaro, pero quiso hacer suyo nuestro dolor por la muerte de las personas queridas y, sobre todo, quiso mostrar el dominio de Dios sobre la muerte".
"En el Evangelio vemos que la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios se buscan y al final se encuentran. Es como un camino doble: la fe del hombre y la omnipotencia del amor de Dios que se buscan y al final se encuentran".
"Lo vemos en el grito de Marta y María y de todos nosotros con ellos: 'Si tú hubieses estado aquí…'. Y la respuesta de Dios no es un discurso, no. La respuesta de Dios al problema de la muerte es Jesús: 'Yo soy la resurrección y la vida… Tened fe. En medio del llanto, continuad a tener fe, incluso si la muerte parece haber vencido. Retirad la piedra de vuestro corazón. Dejad que la Palabra de Dios de vida donde hay muerte'".
Por lo tanto, "estamos llamados a retirar las piedras de todo aquello que sabe a muerte: la hipocresía con la que se vive la fe, es muerte; la crítica destructiva hacia los demás, es muerte; la ofensa, la calumnia, es muerte; la marginación del pobre, es muerte".
"El Señor nos pide retirar esas piedras del corazón, y la vida, entonces, florecerá de nuevo en torno a nosotros. Cristo vive y quien lo acoge y se adhiere a Él entra en contacto con la vida. Sin Cristo, al fuera de Cristo, no sólo no está presente la vida, sino que se cae en la muerte".
La resurrección de Lázaro "es signo también de la regeneración que se produce en el creyente mediante el Bautismo, con la plena adhesión al Misterio Pascual de Cristo. Por la acción y la fuerza del Espíritu Santo, el cristiano es una persona que camina en la vida como una nueva criatura: una criatura para la vida y que va hacia la vida".
El Papa Francisco finalizó pidiendo que "la Virgen María nos ayude a ser compasivos como su Hijo Jesús, que ha hecho suyo nuestro dolor. Que cada uno de nosotros sea cercano a cuantos se encuentran en la prueba, volviéndonos para ellos un reflejo del amor y de la ternura de Dios, que libera de la muerta y se hace vencer a la vida".